Mudhoney estarán en Late Night with Jimmy Fallon el 9 de julio
Mudhoney on Late Night with Jimmy Fallon July 9th
Sacado de // From: http://www.songfacts.com
«Bueno, Kurt no tenía paciencia para hacer algo, nada más que un par de veces podía llegar a tener algo de paciencia. Al contrario de la mentalidad de un vago, el quería hacer un disco con un gran sonido. Cuando terminamos Nevermind, le encantó. Más tarde tuvo una dicursión interior, porque realmente no se puede retener tus raíces punk o tu autenticidad punk y decir: «Hombre, me alegro de haber vendido diez millones de discos.» Así que empezó a pensar sobre el disco. Pero cuando lo terminamos, le encantó. Dave y Krist Novoselic lo confirmaron después en las entrevistas por el 20º aniversario del disco.
Kurt quería hacer un disco muy ambicioso, pero yo tenía que tener mucha suerte si conseguía coger unas cuantas voces o riffs de guitarras. Si él no lo conseguía en un par de tomas, dejaba de tocar por la frustación que ello le daba.
Billy, por otro lado, es más perfeccionista. Era capaz de trabajar durante horas en una parte de la canción. No le importaba, acababa haciendo lo que fuera necesario. Admiro de verdad eso, porque yo siempre quería trabajar con alguien que quisiese hacer las cosas lo más perfectas posible. No existe tal cosa, en realidad, como la «perfección» en este mundo, pero hay una manera de tener una idea en la que no haya otra forma de mejorarla. Me encantaba y respeto mucho esa ética con el trabajo de Billy «.
“Well, Kurt had no patience for doing anything more than a couple of times. Contrary to the slacker mentality, he wanted to make a great sounding record. When we finished Nevermind, he loved it. He later had to kind of diss it, because you can’t really retain your punk roots or your punk authenticity and say, ‘Man, I’m glad we sold ten million records.’ So he had to start to diss the record. But when we finished it, he loved it. And then both Dave and Krist Novoselic confirmed that when we were doing all the interviews for the Nevermind 20th.
Kurt wanted to make a very ambitious record, but I’d be lucky to get a couple of vocal takes and get him to go back and double track his guitar. If you didn’t get it in a couple of takes, he would put the guitar down in frustration.
Billy, on the other hand, is more of a perfectionist. He would work on a section of a song for hours or a solo section or whatever. He didn’t care, he would just do whatever it took. I really respected that, because I always wanted to work with someone who wanted to get things as close to being perfect as you can. There’s no such thing, really, as ‘perfection’ in a performance, but there is a way to get a feel that just feels so good you know you’ve got it right. I totally loved and respected Billy’s work ethic.”
Sacado de // From: http://portalternativo.com and http://diffuser.fm
Donita Sparks, la que fuese frontwoman de una de las femeninas más aguerridas de los 90, L7, anda trabajando en un documental sobre la banda que espera estrenar el año próximo.
Para hacerlo está repasando toda clase de documentación gráfica, sonora y audiovisual, según ha confesado a Diffuser. Recientemente, mientras regiraba entre fotos, oyó en la radio pública un programa llamado “Las mujeres del grunge”.
Estaba escuchando la NPR – mientras miraba fotografías, haciendo esa mierda de baúl de los recuerdos – cuando por la radio anuncian, “Las mujeres de la escena grunge fueron muchas veces ignoradas. Nuestro reportaje trata de algunas mujeres de la escena grunge que están cambiando eso”. Iba sobre bandas de grunge femeninas y mujeres en el grunge. Me quedé, “¡Hey! Nosotras éramos mujeres del grunge.”
Sin embargo, el reportaje, basado en “These Streets” de Gretta Harley, no mencionó a L7.
Siempre fuimos esa extraña isla. Se nos consideraba grunge pero de alguna manera, en la historia, no estamos en ese grupo. No somos Riot Grrrl. No éramos ese grupo. Es raro. Siempre íbamos a lo nuestro. Y todo lo que pasa a los anales académicos, no estamos nosotras. Esa es gran parte de porqué estamos montando este documental.
Sin duda pioneras en muchos aspectos, la banda que empezó con Sparks como vocalista/guitarrista, Dee Plakas a la batería, Suzi Gardner a la guitarra y Jennifer Finch al bajo, siguen siendo una referencia para muchas bandas actuales.
Al final, la meta sería que el músico sea visto por su individualidad, no por su género. Todas tuvimos que demostrar que valíamos para ser músicos. Entonces, de golpe, había tantísimas bandas femeninas. Ahora supongo que todo es mixto. Ese era el objetivo final al principio. No me gusta nada todo-chicas… O todo-chicos. No empezamos para ser una banda todo chicas. Me gusta cuando todo está mezclado, blanco, negro, mujeres – a no ser que quisieras hacer un comentario estético, cosa que no hacíamos.
Sparks sigue viviendo en Los Angeles y produce bandas sonoras para películas independientes, guardándose a veces algo de tiempo para tocar con su ex-compañera, Plakas.
Pese a su relativo éxito en los 90, los inicios no fueron sencillos.
Ya te digo yo que era dificilísimo ser una chica en los 80 que tocara hard rock. Allá por los principios -nos formamos en el 85- nadie quería tocar con Suzi y conmigo. Los tíos no querían tocar con nosotras. Fue por necesidad que encontramos a otras mujeres. Los ejecutivos nunca nos entendieron. Los DJs no nos ponían. Ponían a Soundgarden pero no nos ponían porque éramos tías. Para Lunachicks, Babes In Toyland, nosotras, era duro. Las cosas están mucho más integradas ahora. Ya no es un ‘freak show’ tener una chica en una banda. Cuando nosotras empezamos en los 80, tías tocando hard rock, éramos un ‘freak show’. Luego la gente empezó a entendernos. Luego fue el caos entre el público, lo cual fue divertido.
El éxito fue creciendo y creciendo: uno de los puntos álgidos de la banda angelina fue su actuación en el festival de Reading del 92 en el que Sparks, cabreada con el sonido y ante un público que se entretenía lanzando barro, decidió sacarse el tampón y lanzarlo a la gente.
Fue arte en vivo delante de sus morros. Necesitaba divertirme. Anuncié que lo iba a tirar y recuerdo el silencio de después. Mucha gente quiso agarrarlo – supongo que no oyeron lo que había dicho. Luego volvió al escenario. Aterrizó en la plataforma del monitor. No volví a verlo hasta el set de Nick Cave después de nosotras. Su tampón estaba pegado en su monitor. Al final, un roadie se deshizo de él.
Hubieron más momentos chocantes: su bajada de pantalones en directo en un programa de TV británico o cuando destrozaron sus instrumentos en una actuación en el programa de David Letterman. Obviamente todo eso tendrá hueco en el documental pero también habrá mucha cosa inedita.
Las cosas chocantes como lo de tirar el tampón o bajarme los pantalones, eso era simplemente absurdo. Nuestra locura palidecía en comparación con lo que veíamos desde el escenario. La gente sangraba, algo volando desde el bar o cinco personas dirigiéndose al escenario con sus botas apuntándonos. Alguien se quita la camiseta y nos hace ojitos. Algunas de las mujeres eran realmente agresivas, subiendo y agarrándome las tetas. Alguna gente trataba de robarnos los instrumentos mientras tocábamos. Un tipo empezó a estirar de mi guitarra. Uno de seguridad lo aplastó.
Cuando alcanzamos el siguiente nivel de popularidad, entró en juego una pizca del elemento deportista. Parábamos el concierto contínuamente. De golpe, veías a esos deportistas dándole de hostias a alguien, o seguratas en clubes de empresas mostrando brutalidad. Pero era un tipo de poder fantástico – poder pararlo.
Pero igual que llegó, el éxito acabó por irse.
Veamos, ¿qué pasó con todas las chicas? Todas fichamos por grandes discográficas y para finales de los 90, nos echaron. La escena rock se estaba extinguiendo a finales de los 90. La industria se enrareció. Todos esperaban los próximos Nirvana. Firmaron un montón de bandas de mierda. Llegó la música electrónica. Todo el mundo pensaba que sería lo que tomaría el relevo – y de alguna manera lo hizo.
¿Podría este documental reavivar las ganas del grupo de volver a reunirse?
Estando juntas nunca hemos hablado de hacer una reunión. Me lo han propuesto. No diría que esté descartado pero mis dudas son principalmente el aspecto físico.
Creo que nos podríamos llevar bien por el rollo de la reunión si tocáramos en algunos festivales en EEUU o Europa pero nuestros conciertos son exigentes físicamente. Éramos una de las bandas más físicas. En cuanto a hacer otro disco, ni he pensado en ello. Puedo hacer música hard rock siempre que quiera. Artísticamente no estoy por la labor pero es divertido.
Remember L7, the all-girl rock band from Los Angeles that made its way into the ’90s grunge scene and spearheaded Rock For Choice? Surely you recall some of their hookiest hits: ‘S—list,’ ‘Pretend We’re Dead’ and ‘Stuck Here Again.’
Fifteen years after L7′s breakup, frontwoman Donita Sparks — infamous for throwing her tampon into the mud-slinging crowd at the Reading Festival and dropping trou on live British television — is working on a documentary she hopes to release in the next year. There are many pieces of L7 history to dig up, and several months ago, while rifling through photos, Sparks snapped to attention while listening to a “women of grunge” feature on public radio.
“I’m listening to NPR — I’m going through f—ing photographs, doing this memory-lane bullshit — when on the radio they announce, ‘The women of the grunge scene were often overlooked. Our report is on some women in the grunge scene who are changing that,” Sparks tells Diffuser.fm. “It was all about female grunge bands and women in grunge. I was like, ‘Hey! We were women in grunge.’”
Yet the NPR piece highlighting Gretta Harley’s ‘These Streets,’ an oral history of the women in grunge, did not mention L7.
“We’ve always been this weird island,” Sparks says. “We were considered grunge but somehow, in history, we’re not in that gang. We’re not Riot Grrrl. We’re not that gang. It’s weird. We were always our own thing. And all the stuff going down in the academic record, we’re not in there. That’s a big part of why we’re putting this documentary together.”
There was a time in music history when a slew of all-female bands hit the scene and played loud and hard. But just as fast as they sprang up, they all vanished, and now, most are footnotes in the history of grunge or Riot Grrrl political movement.
L7 both pre-dated and inspired Riot Grrrl. Not only did the band — originally consisting of Sparks on guitar and vocals, Dee Plakas on drums, Suzi Gardner on guitar and Jennifer Finch on bass — serve as an impetus of the all-girl hard rock/grunge movement in the early ’90s, but they also blazed a trail for indie and pop bands today, particularly those that casually feature guys and girls on instruments.
“Ultimately, the goal would be that the player is viewed for their individuality, not their gender,” says Sparks, who still resides in Los Angeles and produces scores for indie films, occasionally jamming with Plakas. “We all had to prove we’re worthy of being musicians. Then suddenly there were so many female bands. I guess everything is co-ed now. That was kind of the ultimate goal in the first place. I don’t like all-girl anything … or all-boy anything. We did not start out to be an all-girl band. I like it when it’s all mixed up, black, white, female — unless you were wanting to make an aesthetic comment, which we actually weren’t.”
No, L7 were just a bunch of girls who liked to rock out. And they — unlike several all-girl bands that sprang up in their wake — were really pretty good at it, writing clever, catchy, angry but humorous tunes that continue to transcend the mood and pretentiousness of their era. But like so many other all-female bands, L7 struggled to make a name for themselves.
“I tell you, it was so hard in the ’80s to be a chick playing hard rock,” Sparks says. “Back in the early days — we formed in ’85 — nobody would play with Suzi and I. Dudes wouldn’t play with us.”
“For us, it was out of necessity that we found other females,” she adds. “The suits never really got us. DJs didn’t play us. They would play Soundgarden, but they wouldn’t play us because we were chicks. For Lunachicks, Babes in Toyland, all of us, it was tough. Things are a lot more integrated now. It’s not as much of a freak show to have a girl in a band. When we started in the ’80s, chicks playing hard rock, we were a freak show. Then people started to get us. Then it was mayhem in the audience, which was funny.”
The energy that L7 generated eventually caught on, snowballing to the point where they were playing massive summer festivals. They were also making headlines, as they did at the 1992 Reading Festival, when Sparks — frustrated by bad sound, borrowed instruments and a British crowd slinging mud on stage — whipped out her tampon and flung it into the audience.
“I went performance art on their asses,” Sparks says of the incident. “I needed to amuse myself. I announced that I was throwing it, and I remember a silence afterward. A lot of people reached for it … I guess they didn’t hear what I said. Then it came back on stage. It landed on the monitor ledge. I didn’t see it again until I saw Nick Cave’s set after ours. My tampon was stuck on his monitor ledge. A roadie eventually got rid of it.”
During this same time period in the early ‘90s, Sparks dropped her pants on a live British TV show, and L7 smashed their instruments after a performance on David Letterman. Of course, these sorts of antics will make the highlight reel of the upcoming documentary. But more memorable for Sparks are the ruckuses that happened offstage.
“The shocking stuff like me throwing my tampon and dropping my pants, that was just absurdity. Our outrageousness paled in comparison to what we were seeing from the stage,” she says. “People bloodied, something flying off the bar, or five people heading toward the stage with their boots coming at us. Someone over there is taking his shirt off and making eyes at us. Some of the women were really aggressive, coming up and grabbing my tits. Some people would come try to steal the instruments out of our hands. One guy started pulling my guitar. The bouncers completely dog-piled him.
“When we hit the next tier of popularity, then a little bit of a jock element came into play,” she adds. “We would stop the show all the time. All of a sudden, you’d see these jock boys beating the s— out of someone, or bouncers at corporate clubs showing brutality. But it was a fantastic kind of power — being able to stop it.”
Suddenly, however, the mayhem, along with the grunge music and just about every all-girl tributary band that came with it, came to a grinding halt.
“Let’s see … what happened to all the gals? All of us got signed to majors, then toward the end of the 90s we all got dropped,” Sparks says. “The rock scene was petering out at the end of the ’90s. The industry got weird. They were all waiting for the next Nirvana. They signed a bunch of s— bands. Then electronic music came in. Everyone thought it would take over … and it kind of did.”
Thankfully, the mayhem in the audience — mosh pits, crowd surfing and slam dancing — disappeared along with the grunge movement. But for Sparks, the wear and tear of touring – especially now that she’s two decades older – doesn’t hold much appeal. Even if the documentary rekindles an interest in L7 and spurs demand for a reunion, she says it’s not something the band has seriously considered. But you never know.
“All of us together have never talked about a reunion,” Sparks says. “I’ve been approached about it. I won’t say it’s out of the question for me, but my concerns mostly are the physical thing.”
“I think we could all get along for the sake of the reunion thing, if we played some festivals in the U.S. or Europe,” she adds. “But our show is physically demanding. We were one of the more physical bands. As far as making another record, I haven’t even thought about that. I can make hard rock music any time I want to. Artistically I’m not out to get my yah-yahs out anymore. But … it is fun.”