La luz hace más tenebrosa a la oscuridad (3-10-2014)
Sí, otra vez estoy con mis imposibles, pero si no fuera por ellos, tal vez no sería quien soy. Además, todos esos «imposibles» me parecen interesantes en la medida que se encuentran a diario en nuestra rutina, y abstraídos como estamos en nuestro mundo interior, no nos detenemos a pensar sobre lo mágico que puede ser a veces todo lo que nos rodea -me incluyo el primero-. Además, me parece una forma espléndida de aislarse del mundo interior, que a veces tanto nos mortifica.
He llegado a esta conclusión tan poco ortodoxa, cómo no, en una situación que tengo a diario todas las semanas. Cuando voy a coger la bicicleta para ir pedaleando hasta la universidad, me veo en la necesidad de ir a un trastero que está en la completa penumbra -por las mañanas penumbra y por las noches completa y virgen oscuridad-. Hasta ahora, gracias a la costumbre y la práctica, me limitaba a hacer todo de forma mecánica en la oscuridad, moviéndome cual murciélago en la noche. Pero, uno de estos días, fui a ese mismo trastero acompañado de una pequeña linterna para guiarme en la oscuridad -la necesitaba para ir con ella en la bicicleta por la noche, para ser visible a los vehículos de la carretera, con la intención de no ser atropellado-. Necesito que entendáis que esa negrura a la que me refiero es la que no te permite ver tus propias manos en movimiento a menos de diez centímetros de tu rostro; oscuridad plena y verdadera. Es esa oscuridad que experimentamos en nuestros sueños o pesadillas. Es esa oscuridad que tal vez sentiremos cuando nos llegue la hora del descanso eterno. Es esa oscuridad que simboliza a la muerte mejor que la propia muerte. Es negro sobre negro. Creo que me hago entender; una oscuridad que te cagas.
En una situación así, -que no tiene por qué ser extraña, todos estamos más o menos a menudo en este tipo de oscuridad-, al existir una completa ausencia de materia en lo que al sentido de la vista se refiere, tus otros sentidos, incluyo el intelecto -o la imaginación si lo preferís-, se ven incrementados en su percepción de forma exponencial: escuchas de forma más nítida, hueles mejor y piensas e imaginas conceptos que en situaciones «mundanas» distan mucho de rondar una mente humana. Teniendo tal cantidad de premisas, es fácil que tu pensamiento tienda a cometer ciertos deslices y le dé por ver la realidad de forma distinta. Es algo que puede ocurrir a todos, no en exclusiva a mí desde luego; hay ciertas situaciones que hacen sencillo que ideas y pensamientos de este tipo se paseen por tu cabeza.
Dejando las digresiones innecesarias de lado, me gustaría ir al meollo del asunto. Una vez que encendí la linterna, pude ver la verdadera oscuridad que me invadía. Contradictorio, ¿No? es un sin sentido que no tiene ni pies ni cabeza. ¿Alumbrar a la oscuridad para verla mejor? Tío, estás loco. O tal vez no.
A veces -y pongo «a veces» por no pecar de impulsivo, pero es siempre- nos hace falta ver lo contrario de algo, si es mejor, al lado de ese algo, para apreciar de veras el significado, pleno y perfecto, de lo que queremos conocer mejor. En una frase corta y comprensible: «ver lo contrario para captar toda la esencia de los contrarios». No podemos saber qué es el amor si no se experimentado el odio. No puedes saber qué es la felicidad si no has sentido la tristeza… y así hasta el infinito. Es algo que todos sabemos en verdad, pero que muy pocas veces nos detenemos para reflexionar.
Y también sería un problema cuantitativo -a la cantidad me refiero-. A veces necesitamos ver un poco de la esencia visible de lo que nos rodea para abrumarnos -mediante los contrarios o por iluminación divina, eso me es indiferente ahora- al captar por encima toda la profundidad de significado que tiene lo que nos rodea. Al igual que en lo anterior, una frase que resumiría esta idea sería: «ver un poco para imaginar un mucho». Muchas veces, cuando conocemos casi a la perfección algo, deja de fascinarnos, es cuando sobre ello permanece una sombra cuando de verdad se convierte en algo enigmático para nosotros.
Además, y esto ya no es tan filosófico, «impresiona» ver como la oscuridad se traga a la luz; es ahí cuando vemos su verdadera fuerza. Aunque la luz a veces puede ganar a la oscuridad, en esa circunstancia en la que una pequeña luz se ve al completo sumida en la mayor de las oscuridades, puedes ver lo tenebrosa que resulta la oscuridad.
Y sí, podría haber dicho que la oscuridad, al dejarnos ciegos, es algo que da miedo, y lo que da miedo, parece gigante comparado con nosotros. Pero como dije en la anterior entrada, esa forma directa de pensar las cosas no va conmigo; aunque lo odie, no puedo evitar darle vueltas a todo para entrever los entresijos más curiosos de la realidad.
Espero que os haya gustado la entrada y muchas gracias por leerla.
PD: tranquilos, que la próxima entrada es algo más entretenido y menos filosófico, lo juro 😉