Me meto un tiro,
¡Pum!
El eco suena,
¡Pum!
O quizás es el corazón,
¡Pum!
Que todavía sueña.

Mes: agosto 2016

Diarios de la purga: contacto

Diarios de la purga: contacto

Me acuerdo a la perfección; cada detalle, cada sonido, cada mirada… Tengo grabado en la mente el momento exacto en el que supe que estaba sentenciado. Miré el reloj sobre mi muñeca derecha, las ocho en punto. La purga anual apenas había comenzado hace una hora, y yo ya estaba perdido. Siempre he tenido muy mala suerte. La gente suele mirarme de forma cínica cuando lo digo, más ahora, como creyendo que exagero y que mi vida no es tan mala… después de todo aquello supongo que saben que en verdad pareciera que tengo una maldición encima. ¿Sabéis lo peor de haber sobrevivido? que ahora creen que soy muy afortunado, incluso me ven como a alguien dichoso que tiene algo por lo cual vivir, que nada de esa mala suerte jamás volverá a perturbarme. Buena suerte dicen… ojalá no hubiera visto el amanecer aquel día de marzo…

Ese día, a las ocho de la tarde del día veintiuno, vi cómo la muerte se acercaba lentamente, como gustándose y deleitando a los enfermos que con sus alaridos completaban la banda sonora de aquella terrible noche. Es curioso, recuerdo el color de los pantalones de cada una de las personas que se encontraban a mi alrededor, pero no lo que yo llevaba puesto. Me sentía como fuera de mí. Mis ojos estaban demasiado fijados en los bates de beisbol y varas de hierro que llevaban algunos de ellos. Sé que mientras estaba gateando mirando hacia mi espalda en mi interior me preguntaba por qué no terminaban ya conmigo; con una pierna medio rota no era ya una amenaza para ellos. Pero nada más preguntármelo yo mismo hallé la respuesta; eran unos sádicos, disfrutaban con ello. Aquella gentuza, en un gobierno normal con cárceles y leyes, hubieran sido sentenciados a cadena perpetua dentro de un centro psiquiátrico de alta seguridad… pero en nuestros tiempos son encumbrados a la figura de héroes, purificadores, libertadores de la auténtica esencia de la vida humana. Aunque nunca les he considerado los peores. A los que más inquina guardo es a esos que, sin mancharse las manos de sangre, disfrutan del espectáculo como si se tratara de una película. La inmensa mayoría paga grandes cantidades de dinero a estos purificadores para que los protejan, permitiéndoles esto ser testigos de atroces asesinatos e indecibles tropelías para llenar su enorme pozo de morbo y sadismo. Es un quid pro quo enfermizo, pero debo admitir, beneficioso e inteligente para ambas partes.

No pude hacer gran cosa por defenderme, tan solo arrojarles toda la basura que iba encontrando mientras me arrastraba. Era un callejón sin salida, lo supe nada más entrar, pero era la única forma de alargar un rato más lo poco que me restaba de vida, o de alargar la agonía de mi muerte si lo pienso ahora. No tenía miedo en ese momento. Sí que lo sentí al principio, cuando por mi ineptitud me vi desamparado en mitad de la purga nada más comenzar la misma. En un principio tenía todo controlado. Siempre he sido soltero, trabajo de oficinista en un curro en el que nadie desearía trabajar, cobro poco y casi nunca salgo. La purga siempre ha sido para mí algo que, pese a intimidante, he sentido muy lejos, como si se tratara de una realidad que ocurriera en otro país. Debido a mi vida, por qué no decirlo, solitaria y aburrida, apenas conozco gente. No tenía por qué temer ninguna represalia por parte de alguien en específico. Y tampoco tenía que temer por los asaltadores fortuitos, ya que estos suelen buscar bloques de edificios o casas donde el botín sea sustancial. Pero me equivoqué. No me enteré hasta meses después de el porqué de mi mala suerte, y cuando conocí la razón de mi infortunio, no me lo pude creer. Mi vecino, vecino al cual casi ni reconocí cuando vi su foto gracias a un amigo. ¿El problema? Mejor dicho, ¿los problemas? ser su vecino y una chica con los datos un poco difusos. Yo estaba recostado en el sofá de mi salón viendo unas películas que el día anterior me preocupé en alquilar. -sí, mientras el resto de la nación se afanaba en comprar toneladas y toneladas de armamento para su defensa, yo decidí alquilar unas películas-. Mientras estaba viéndolas, un ruido ensordecedor rompió la calma de mi apartamento. Fue todo demasiado rápido. Nada más girar la cabeza una chica pelirroja, muy joven y de aspecto feroz me estaba apuntando con su rifle de asalto situada donde antes se hallaba la puerta. Parecía muy preparada para la ocasión. Sé que intercambiamos unas cuantas palabras, pero estaba tan nervioso y asustado que apenas alcanzaba a oír lo que salía de mi boca. Tenía un poco de sangre seca en la mejilla izquierda, cerca de la cual el brillo de un «piercing» llegaba hasta mis pupilas.  Lo poco que recuerdo de aquel momento es a ella propinándome un fuerte golpe en la boca con la culata de su arma mientras me indicaba la ventana. No tuve más remedio que hacerle caso y saltar. Por suerte vivo en un primer piso, y la caída, pese a ser dolorosa, no me provocó más daño. A partir de ese momento entré en una auténtica espiral de horror. No sabía a dónde ir. En los primeros instantes noté cómo mi paranoia iba en aumento a medida que la fuerza del sol iba disminuyendo. No sé en verdad cuántos minutos estuve totalmente quieto, en mitad de la calle, en cuclillas, gimiendo y pidiendo piedad a una sombra que todavía no me había alcanzado.  Solo supe reaccionar cuando noté una gran explosión en el bloque de edificios de mi apartamento. Me levanté quitando las últimas lágrimas visibles en mi rostro y comencé a correr sin rumbo alguno. Todavía desconozco cómo llegué tan lejos corriendo de forma aleatoria sin que nadie me intentara matar. Creo que fue lo único bueno que me ocurrió en esa noche. Perdón por tantas digresiones, pero todo viene a mi mente tal como lo viví, a estallidos.

¿Dónde acabé? Bueno, ya lo sabéis, en un callejón sin salida rodeado de sanguinarios enmascarados deseosos de hacer de mí un montón de huesos y músculos rotos. Me persiguieron durante bastante rato, y daba la sensación de que sabían a donde me dirigían, pues a ratos me pisaban los talones a ratos apenas podía verles al final de la calle. Cuando debido a mi cansancio me dieron alcance, uno de ellos, el que parecía el cabecilla, arremetió con todas sus fuerzas teniendo como objetivo mi pierna derecha. Por aquel golpe y los esfuerzos que hice durante la maldita noche ando cojeando a día de hoy. No es demasiado, pero suficiente como para hacer imposible que olvide lo que viví en esas doce horas. Después de arrastrarme hasta el final del callejón, apoyé mi espalda en el muro del edificio. Todos se quedaron mirándome formando un semicírculo, mientras que los espectadores -así llamo a los que pagan por ver estas atrocidades- se agolparon detrás de los hombres armados que formaban el semicírculo. Eran como un montón de niños que se juntan para ver a los mayores terminar algo que ellos ni en sueños podrían empezar, todo ello con un sentimiento de admiración ciega. La espera fue terrible. Aquellas máscaras no dejaban de mirarme, y aunque no podía verlas, sé que escondían unas atroces sonrisas detrás de ellas. El cabecilla de todos ellos llevaba puesta una máscara veneciana, de esas que tienen una enorme nariz. Pero no era una máscara veneciana al uso. Todos los ornamentos que normalmente suelen ser plateados o dorados eran de colores chillones y poco apropiados: rojos, verdes y azules. Además, en la parte superior, en cada extremo de la frente, llevaba dos dedos humanos que parecían recién arrancados, pues goteaban sangre todavía.

De la conversación que mantuve con ese maniático sí que me acuerdo por desgracia. Se adelantó un poco del grupo, y señalándome con su bate de beisbol y sacando una máscara del bolsillo trasero de su pantalón dijo lo siguiente:

-Vida -dirigiendo su larga nariz hacia la máscara que sujetaba con la mano izquierda. -O muerte- mientras erguía su brazo derecho a la vez que así lo hacía el bate. Su voz era grave y juvenil, aunque no del todo desafiante. Toda su voz sonaba con una especie de resonancia, seguramente debido a la acción de la máscara y del callejón.

No sabía lo que quería decirme. Sé que resulta bastante claro ahora que lo lees desde la tranquilad, pero en esos momentos, con el dolor abrasándome los sentidos y el miedo aflorando en cada músculo, no supe qué decir. Ellos, observando mi lentitud, se acercaron un poco más, estrechando con ello el semicírculo que habían formado.

-¡Es…Esperad! -dije apenas con un hilo de voz saliéndome de la boca-. No entiendo lo que quere…

Antes de que pudiera terminar la frase uno de los enmascarados saltó encima de mis costillas con todas sus fuerzas. Jamás imaginé que alguien pudiera escuchar cómo unos huesos se rompen. Dos de ellas se fracturaron, en tres se produjo una fisura y otra estuvo a punto de rasgarme los pulmones, pero no se partió. El grito fue ensordecedor y del dolor no hablemos, sé que hay palabras para describirlo pero no llego a ellas. Apenas podía respirar, pero gracias a su mensaje mi decisión fue inmediata. Grave error. Este fue el momento de mi sentencia. Ahora suena extraño esto que digo, pero más adelante veréis por qué hubiera sido mejor morir miserablemente en la humedad de ese oscuro callejón.

En un primer instante intenté gritar vida con todas mis fuerzas, pero lo único que salió de mi garganta fue sangre y saliva a partes iguales. Fue cuando el enmascarado se incorporó sobre el cemento del suelo cuando pude rogar por mi salvación:

-¡Vida, vida!

Y tras esas fatídicas palabras, todos vociferaron como inmersos en una enorme alegría. No puedo negar que yo también la sentí, ya que lo que experimenté a continuación fue que todos me rodeaban para cogerme y llevarme a lugar seguro. Mientras me llevaban tumbado fuera del callejón, vi a uno de los espectadores que se apartaba levemente su máscara – de samurái pero de un color rosa fosforito- mientras gentilmente me hacía una reverencia mientras movía de forma elegante uno de sus brazos manteniendo su parejo detrás de la espalda. Cuando salimos del callejón vi una furgoneta totalmente negra aparcada sobre la acera. Parecía un vehículo blindado por ellos mismos, y desde luego no encajaba con sus vestimentas debido a lo sobrio de su decoración. Cuando entramos en la parte trasera aprecié una gran cantidad de aparatos médicos; era una especie de quirófano portátil que utilizaban para sanar sus heridas durante el día de la purga. El blanco impoluto fue manchado por mi sangre, ya que nada más tumbarme en la camilla el suelo comenzó a llenarse de ella. Cuando estuve más o menos tranquilo, el más alto de todos ellos, ayudado de otros tantos me inyectó gracias a una jeringuilla algo en el brazo. Al principio pensé que se trataba de alguna inyección letal y que todo aquello solo lo hacían por sentir más el placer de la desesperación que se desprendía de mí, pero no, de nuevo me equivoqué. Pasada una media hora comencé a sentirme mucho mejor. Seguía siendo consciente de quién era y de qué había pasado, pero el dolor había disminuido y el miedo parecía ya cosa del pasado. A continuación intentaron curar mis heridas lo mejor que pudieron. Me administraron cremas y me vendaron allá donde mi cuerpo estaba herido, y la verdad es que lo hicieron francamente bien. Cuando me levanté el dolor era apenas una molestia, y aunque cojeaba y me costaba respirar, podría haber vuelto a casa -o lo que quedaría de ella después de esa explosión-. Pero fui un iluso, ya que haber escogido «vida» no me iba a salir tan barato.

Cuando pude salí de la furgoneta todos ellos volvieron a situarse en un semicírculo a mi alrededor. Los espectadores, nada más yo poner mi suela sobre el pavimento, comenzaron a aplaudir como si aquello se tratara de una proeza. Ya no sabía qué pensar; me parecían personajes muy extraños. Para participar en la purga se estaban comportando de una forma demasiado cordial, y alguna segunda intención tendrían que esconder. Y acerté. Cuando pude erguirme lo suficiente como para mirar de frente al cabecilla, este me dijo:

-Aquí te devuelvo tu vida.

Y a la vez que pronunció estas palabras, me entregó una máscara.

Diarios de la purga

Diarios de la purga

Me acuerdo a la perfección; cada detalle, cada sonido, cada mirada… Tengo grabado en la mente el momento exacto en el que supe que estaba sentenciado. Miré el reloj sobre mi muñeca derecha, las ocho en punto. La purga anual apenas había comenzado hace una hora, y yo ya estaba perdido. Siempre he tenido muy mala suerte. La gente suele mirarme de forma cínica cuando lo digo, más ahora, como creyendo que exagero y que mi vida no es tan mala… después de todo aquello supongo que saben que en verdad pareciera que tengo una maldición encima. ¿Sabéis lo peor de haber sobrevivido? que ahora creen que soy muy afortunado, incluso me ven como a alguien dichoso que tiene algo por lo cual vivir, que nada de esa mala suerte jamás volverá a perturbarme. Buena suerte dicen… ojalá no hubiera visto el amanecer aquel día de marzo…

Tengo en mente comenzar una serie de diarios inspirados en la película «La Purga». Mi intención es que al menos una vez a la semana aparezca en la página web una entrada de estos diarios. Intentaré que no sean demasiado extensos, con la intención de facilitar su lectura y que resulte más ameno. No hay más pretensión que la de entretener, entretenerme y disfrutar escribiendo.

Espero que ese primer párrafo os haya llamado la atención y tengáis curiosidad por saber qué le paso al autor de esas líneas.

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Riojanismos

Riojanismos

La Rioja, comunidad autónoma por casualidad, pese a ser un lugar de escaso tamaño, culturalmente es bastante interesante. Siendo casi en su totalidad rural, palabras y dichos antiguos -amén de otras realidades culturales- que han dejado de utilizarse en el resto de la geografía española siguen siendo un hecho aquí, por lo que su léxico resulta sugerente. En Internet pululan varias listas de riojanismos, muchas de ellas acertadas pero otras tantas erroneas, ya sea por incluir demasiadas palabras ya sea por quedarse cortas. En esta que pretendo realizar a continuación no abusaré de términos, ya que mi intención es introducir en exclusiva aquellos que continúen siendo utilizados a día de hoy. Uno de los fallos más frecuentes en las listas mencionadas anteriormente es el de introducir léxico perdido, que por otra parte es a su vez léxico perdido de otros lugares de España. Es una lista sencilla, de principiante, sin ninguna pretensión, así que no esperéis entradas propias de un diccionario. Por último deseo añadir que no dudéis en contactar conmigo para introducir algún término o frase ausente que vosotros consideréis pueda ser un riojanismo. Dicho esto:

No he guardado un orden alfabético perfecto-

Ababol: amapola. En la Rioja alguien tonto, poco espabilado y algo parado.

Aburar: más allá de «quemazón» o «quemar», también se utiliza para hacer referencia al escozor o picor que produce la picadura de un insecto.

Afeque: significaría algo como «ala», «hostia». Más oído en la Rioja baja.

A rejón: llevar a alguien sobre los hombros o sobre la espalda, como «a caballito». Hasta ahora creía que era una expresión utilizada comunmente en toda España.

Ahí en eso: expresión que quiere decir «en cinco minutos», «en un momento» o «enseguida».

Apamplao: curiosamente este término también se utiliza bastante en Málaga, casualidades que te da la vida. Quiere decir algo como «despistado» o «atontado»; que no se entera de nada.

Abeldar: limpiar el grano de la paja lanzándolo al aire junto a la misma.

Abrego: viento del sur. Término rural que no obstante también aparece en otros territorios de la península ibérica.

Aguachirri: tiene significados MUY variados a lo largo de todo nuestro país, desde «diarrea» hasta «bebida de mala calidad». Aquí en La Rioja la palabra se refiere a esa lluvia medio helada, especie de agua nieve, muy fina y por ello difícil de ver. A saber el porqué de ese cambio de significado.

Ajuntarse: hacerse amigo de alguien, crear camadería.

Aldraguero: mentiroso, el clásico «mete mierda». Por lo que he visto también se dice en Navarra.

Allegar el plato: terminarse todo el contenido del plato servido. Pensaba que era algo que se decía en toda España, pero al parece no es así.

Aivalo/a: expresión de sorpresa al igual que «¡Dónde vas!» o «¡Qué haces»!

Andurriar: ir de un sitio a otro sin rumbo fijo.

Babute: bobo, tonto, necio. Seguramente viene de «bobo», con la añadidura del sufijo despreciativo «ute».

Baldragas: alguien zafio, con un aspecto sucio o simplemente desgarbado.

Bobolahabas: más de lo mismo, «tonto» o «idiota».

Borraja: planta comestible. Tiene otros muchos nombres. El más común es burraja o borraga.

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Cachiburrio: el coordinador de los danzadores típicos de La Rioja. Eso o algo muy mal hecho.

Cagaprisas: alguien impaciente que mete presión a los demás para que hagan las cosas más rápido. Personalmente creo que no se trata de un riojanismo, porque es una palabra que he escuchado en más sitios, pero al estar en todas las listas me veo obligado a incluirlo.

Cagurria: excrementos de animales como cabras y ovejas. En general, mierda del ganado menor. Es un término bastante rural, así que no descarto que se utilice en más lugares.

Cagüen en: para cagarnos en algo cuando estamos enfadados, los riojanos nos cagamos en:

Cagüen sos: oída también en Navarra. Se dice que el origen de este dicho es debido a que Fernando el Católico era de Sos, un pequeño pueblo de Zaragoza. Aquí desconocemos ese interesante dato, simplemente suena muy bien.

Cagüen la virgen: las vírgenes tienen mucha importancia en la religiosidad de los pueblos de La Rioja. Cada uno tiene una casi en exclusividad. Todo esto desemboca lógicamente en improperios hacía lo beato.

Cagüen la hostia: no lo tengo claro, pero supongo hace referencia a la «Hostia consagrada», así que de nuevo es un insulto hacia lo religioso.

Cagüen la puta de Haro: explicaré más adelante quién era la puta de Haro y por qué nos cagamos tanto en la pobre.

Cagüen riau: los maños también lo utilizan muchísimo, pero nosotros no somos menos. No sé si tiene relación con la pieza musical típica de Pamplona, lo desconozco.

Cagüen dioro: no sé lo que es dioro, pero suena bien.

Canilla: uno de los más típicos. Significa grifo. Es el término utilizado para «grifo» en gran parte de los países de habla hispana de Sudamerica. Que esta palabra solo se diga en La Rioja se trata probablemente por la gran cantidad de inmigrantes cameranos que por necesidades económicas tuvieron que viajar a lo largo del siglo XX a América del sur en busca de una mejor vida.

Canso/a: una persona pesada o molesta, que nunca te deja en paz debido a su insistencia.

Cencerro: persona que no deja de hablar.

Caparrón/caparrones: alubias rojas siendo exactos, aunque al final se utiliza como sinónimo general de alubias. De hecho en los pueblos es raro que les llamen «alubias».

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Cenaco: una persona que va muy sucia.

Chamizo: especie de cuarto o local perteneciente a una panda de amigos donde hacen vida para divertirse.

Chirimiri: también se dice en el País Vasco. Lluvia muy fina, como el «calabobos».

Cortapichas: también llamado «tijereta» -creo que este es el término más común-. Es este bichillo.

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Corrusco: parte extrema del pan, normalmente aquella que se encuentra más tostada. Es la pronunciación relajada y coloquial de «cuscurro».

Chorra: nuestra arca de la alianza. Nuestra Biblia. Nuestro jardín del Eden. Sirve absolutamente para todo. De forma MUY general significa pene, rabo… Pero si juntas este término con otros una especie de Big Bang aparece. En su forma originaria hacía referencia a la parte del campo que se quedaba sin arar.

Bobochorra: uno de los infinitos términos raros que tenemos para decir «idiota». Y empezad a acostumbraros a ver la palabra «chorra» bastantes veces, porque tiene tela.

Qué chorra más da: equivaldría a «qué más dá» o «no importa». Cuando algo carece de importancia siempre decimos esto.

Tontochorra: lo mismo que bobochorra. Si te lo dicen es que eres idiota.

Ande chorras vas: se dice cuando quieres saber el rumbo de una persona.

Qué chorra dices: cuando una persona manifiesta algo que consideras no tiene fundamento alguno, dices esto.

Más tonto que chorralambrada, que por cuatro duros se dejo alambrar sus partes íntimas: cuando alguien es realmente estúpido y carece de materia gris. Una chorralambrada es una especie de protección o barrera que antiguamente, en los campos cercanos a los ríos de la Rioja, se colocaba en la orilla para impedir que las subidas del cauce del río echarán todo a perder.

A mí qué chorra me importa: cuando algo no es importante para ti, ya sea una información otorgada por otra persona o un acontecimiento, lo dejamos ver con esta frase.

Eso lo hago yo con la chorra: cuando quieres demostrar que los demás son unos incompetentes y tú no, pronuncias esta frase con todo el desdén posible que puedas.

¡Qué chorra tienes!: cuando alguien, sea por lo que sea, ha tenido mucha suerte, se dice esto.

Qué chorra andará haciendo: cuando tienes auténtica curiosidad por saber en lo que está ocupada una persona.

Chorrada: algo sin importancia.

Eres más tonto que mear en pared: por eso de que te salpicará supongo. No tiene más misterio.

Estomagante: me lo dice siempre mi madre. Alguien fastidioso, cansino, que sobra. Palabra de diccionario pero que aquí tiene mucho uso.

Estás más loco que Arqués: Arqués era un señor que heredó una finca en la cima del monte Cantabría, cerca de Logroño. Debido a unas riñas entre familiares, el pobre Arqués quedó postrado en cama durante una buena temporada. Al poder levantarse de nuevo del lecho, él ya no era el mismo, y su salud mental se había visto afectada. Una de las locuras que realizó, la más famosa -puede ser pura leyenda-, fue la de poner en su finca exclusivamente una puerta, sin cerramiento alguno. Todos los días, en sus paseos, iba a esta finca, y si no traía las llaves con él, inexplicablemente volvía a cogerlas.

Chiguito: significa «chaval». Si soy sincero jamás he escuchado esta palabra, pero aparece en bastantes listas, así que me fío. También parece ser una palabra muy utilizada en Palencia.

Golorito: significa jilguero.

La puta de Haro: no tengo la seguridad de que este sea el origen de la frase, pero allá voy. Gaspar de Haro era un noble del siglo XVII muy importante. Diplomático y político, era conocido por su vida de excesos, entre lo que podéis imaginar se encontraba el pasar la noche con prostitutas. De ahí podría venir el dicho, aunque no estoy para nada seguro. En La Rioja hay un pueblo llamado Haro, así que la historia podría ser otra muy distinta.

Limaco: babosa, pero no cualquiera, sino esta especie en específico:

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Logroño, en ti lo gano en ti lo como: a veces viene precedida por «Santo Domingo de la Calzada, pan, vino y carne asada. Logroño, en ti lo gano, en ti lo como». No tengo claro la procedencia de este dicho, pero quiero imaginar que se trata de que Santo Domingo era el lugar donde se producía toda la alimentación que finalmente acababa siendo comprada y consumida en la capital de La Rioja, Logroño, donde se encontraba lo más seguro gran parte de los puestos de trabajo.

Lorenzo: sol. Sé que es un término muy universal, pero he notado que en La Rioja lo utilizamos mucho más de lo normal.

Más cojones que el caballo de Espartero: escuchado en todo el territorio nacional, pero podría tener su origen en Logroño. En el centro de la capital riojana, en la plaza del Espolón, se encuentra una estatua ecuestre de Espartero -que NO era riojano-. El caballo tiene los dos huevos muy bien tallados. Y de ahí la expresión. También se encuentra otra estatua similar en Madrid, la cual comparte la dimensión considerable de los testículos del caballo.

Más guarro que la Tarros: otros añaden «que se bajaba las bragas a peos». Cuando alguien es muy guarro. No he conseguido averiguar quién era la Tarros.

Más vago que la chaqueta de un caminero: en relación con mi familia. A mi abuelo solían llamarle «caminero». Él trabajaba de cartero por los distintos pueblos de la sierra, y a la hora de repartir las cartas siempre lo hacía con la chaqueta puesta. De ahí lo de vago, pues el ropaje en cuestión nunca se movía de los hombros de mi abuelo. En Cameros -zona de sierra en el Sistema Ibérico riojano- suele ser una frase que a veces puedes escuchar.

Metete: alguien que se quiere enterar de todo, que se mete donde no le han llamado. Un «metomentodo».

Mierdasol: un insulto cualquiera. Supongo que era «mierda al sol» -por eso del olor- y que poco a poco se fue transformando en lo que nos ha llegado a nosotros.

No seas Babieca: cuando alguien está actuando de forma irracional, o simplemente no compartes su opinión, tú le sueltas esto, queriendo decir que no sea cabezón o demasiado simple.

Pantaloneta: otro de los clásicos. Son unos piratas, shorts o bermudas. Mejor explicado -gracias Teresa-.

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           Camisa (manga larga)                                camiseta (manga corta)

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           Pantalón (hasta los pies)                          pantaloneta (hasta las rodillas)

Pella: sinónimo de coliflor. Presente en todo el ámbito nacional, pero aquí muchas personas jamás llaman «coliflor» a la pella, por lo que decido incluirlo.

Picaraza: sinónimo de urraca. Hay localidades en La Rioja donde nunca se le denomina «urraca».

Piqueta: herramienta de albañilería. Se le suele llamar de otras formas, como zapapico o alcotana. Aquí en la Rioja prima el primero.

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Pirivuelta: voltereta, dar una vuelta en el suelo verticalmente sobre ti mismo.

Pocha: alubia blanca que se come antes de que llegue a la plena madurez.

Potorro: bueno, ya sabéis. También oído en otras zona de España, pero en La Rioja existente con mucha incidencia.

¿Pues?: sirve para pregunta ¿Por qué? Lo utilizamos casi hasta en exceso.

Que te corte Pastrana un traje: más o menos desear la muerte de alguien o avisar a una persona de que lo que va a hacer es una verdadera locura. Pastrana es el nombre del tanatorio más antiguo de Logroño, así que me atrevo a afirmar que de ahí viene el origen de la expresión.

Qué vida: pregunta para interesarse por otra persona. También sirve como saludo.

Quinito: juego de dados para beber muy típico de La Rioja.

Rabo lechón: otro insulto, semejante a tontaina.

Rodilla: trapo de poca calidad para limpiar, generalmente en la cocina.

Santo Domingo de la Calzada, cantó la gallina despues de asada: en la Rioja tenemos gallinas que cantan después de asadas. Todo esto proviene de una leyenda muy interesante y un poco larga para ser aquí narrada. Si queréis conocer el origen de esta famosa expresión, pasaros por aquí.

Ser un tonto l’haba: por eso de que en los roscones de reyes, cuando te quedas con el haba, te toca pagar.

Sí por los cojones: otra expresión muy típica. Cuando quieras decir «no» de forma rotunda, si estás en La Rioja simplemente di esto. Funciona.

Sin más: muletilla por excelencia de los riojanos. Dicen que lo decimos mucho. Nosotros lo negamos. Pero en verdad la decimos demasiado.

Zambo: el que anda patizambo, con las rodillas juntas y arqueadas.

Zarrias: alguien torpe y descuidado. Es un cambio fonético de la palabra «zarrio».

Zurracapote: bebida típica de La Rioja -y de gran parte del norte de España-. Consiste en vino tinto, al que se le añade naranja, limón, melocotón, azúcar y canela para que se mezclen los sabores.

Y ahora unas pocas expresiones cortesía de la abuela de mi novia:

Ya estamos en Haro que se ven las luces: Haro fue una de las primeras poblaciones de España en poseer alumbrado eléctrico público -junto a Jerez-. Cuando los viajeros veían luz artificial en la noche sabían que se estaban acercando sin duda a la población riojana.

¡Agua que se quema el Ebro!: no he podido encontrar el origen de este dicho.

A todo esto hay que juntar nuestro tono cantarín -con el acento gallego de algunos lugares de la Rioja Baja-. También nuestro condicional riojano:

-No es «Si fuera/fuese rico» es «Si sería rico» y está bien en lo hablado, porque es algo de aquí aceptado como voz típica de La Rioja.