Reflexiones desde Logroño II
Qué necesidad habría de trascender, de dejar registro de lo que somos tallado en piedra, si al final acabaremos debajo de ella. No vamos a ver el triunfo, ni la separación ni la libertad de nada, pero nos obstinamos en dejar nuestro nombre marcado a fuego, fuego de arena mecido ante un viento que jamás controlaremos, y no entiendo por qué. El motor que lanza el impulso de todos nosotros, el timón de los deseos que nos dirige… No los entiendo. Ni nadie, supongo. Y tampoco estoy hablando de nada novedoso, pero es una pregunta que nos hacemos demasiado poco. Me da igual no hallar respuesta, aunque sé que tiene algo que ver con nuestra estupidez propia. ¿Por qué no podemos utilizar ese generador de dioses? Sabemos el principio teórico, pero nos perdemos en las directrices del cielo… O nos confundimos entre nosotros. ¿Distintos cielos, quizás? ¿Acaso es que son de distinto color, y eso no nos agrada? Tal vez… pero nos olvidamos de que el cielo solo es la puerta de algo más, que no vemos, y de lo que deberíamos estar ansiosos. Me pierdo, me pierdo. Página web, revista literaria, libro… Qué más me da, no debería preguntarme tanto qué hago, es pretencioso pensar que dependo de mí.