Me meto un tiro,
¡Pum!
El eco suena,
¡Pum!
O quizás es el corazón,
¡Pum!
Que todavía sueña.

Mes: octubre 2017

Reseña de «El valle de los caballos» (Jean Marie Auel)

Reseña de «El valle de los caballos» (Jean Marie Auel)

Debería haber reseñado el anterior libro de esta saga, «El clan del oso cavernario», sin duda el más famoso de todos ellos, pero como me lo leí antes de empezar a reseñar los libros que me voy leyendo, he decidido empezar todo con este que nos ocupa ahora, «El valle de los caballos», continuación del anterior y segundo libro de la saga «Los hijos de la tierra» de la escritora estadounidense Jean Marie Auel. Como siempre en esta reseña es muy probable la existencia de SPOILERS, por lo que recomiendo que se abstengan de leerla todos aquellos interesados en introducirse a esta saga de libros.

El Resumen de la obra es el siguiente. «El valle de los caballos» comienza justo cuando finaliza el anterior libro; Ayla, la protagonista homo-sapiens que se crió con un clan de neandertales, ha sido expulsada del clan por venganza de Broud, el hijo de Brun, antiguo jefe que ha declarado a su hijo como nuevo jefe. Perdiendo a su retoño en el proceso Ayla es obligada a vagar por los territorios del norte en busca de los Otros, nombre que reciben los homo-sapiens por parte de los neandertales. En esta búsqueda sin fin Ayla descubre una caverna en un valle, denominado de los caballos por la existencia en gran número de estos, y decide estacionarse allí hasta proseguir la búsqueda de sus congéneres. Varias son las causas que hacen que la joven permanezca allí por varios años (la domesticación de un caballo y un león cavernario son algunas de ellas). A la vez que Ayla descubre esta caverna una joven pareja de hermanos, Thonolan y Jondalar, inician un viaje desde muy lejano siguiendo un gran río. En una serie de diversas aventuras y tras miles de kilómetros recorridos -y tras varias estancias en distintos poblados-, Thonolan muere a manos del león domesticado de Ayla –Bebé-, quedando Jondalar malherido y siendo salvado en un encuentro totalmente fortuito con la joven protagonista. Esta se lo lleva a su caverna y cuida allí de él, creándose poco a poco un vínculo muy fuerte entre ambos jóvenes. Al final de la novela Jondalar y Ayla se encuentran con gente de los Mamutoi, poblado humano, significando esto el reencuentro pleno de Ayla con su verdadera especie.

Una de las características más sobresalientes de esta saga es la extrema verosimilitud de todo lo narrado. Jean Marie es un experta en La Edad de Hielo y en la vida de los seres humanos de la época. Todo este conocimiento lo expresa a la perfección en lo narrado en el libro. Modos de caza, medicina arcaica -con descripciones puntillosas de las plantas y hierbas que forman parte en los procesos de curación-,paisajes característicos de la época junto a su flora y fauna, la sociedad de los poblados, las relaciones humanas, etc. Jean Marie crea una descripciones que nos sumergen del todo en un mundo que su maestría hace que cobre vida. Esto también incide de forma negativa en el libro, pues el ritmo es bastante lento, llegando a veces a ser tedioso pues el lector ve que la trama no avanza. Podemos leernos la mitad del libro y ver que no se avanza nada en la trama y que todo sigue igual que al principio. No obstante esto no molesta demasiado ya que por otra parte estamos observando constantemente la creación de un mundo con vida propia.

La maestría de Jean Marie no se halla tan solo en sus profundos conocimientos de La Edad de Hielo, sino que su calidad como escritora es indudable:

Zelandoni tiene razón – pensó -. Si los hijos de la Tierra llegan a olvidar quién les da el sustento, podemos despertar algún día para descubrir que no tenemos hogar.

O también se puede ver en este pasaje:

(…) y su tocón era una cicatriz viva en las sombras  de la tierra enmudecida del bosque.

Esta calidad a la hora de las descripciones y de la emisión de sentimientos genera unos personajes muy bien dibujados con los que pronto el lector crea un vínculo muy especial. Sabemos cuándo un personaje va a sentirse de una manera u otra nada más ocurrir las acciones; les conocemos muy bien. Esta maestría también puede verse en las escenas más sensuales del libro. La novela tiene constantes referencias al sexo -como es normal- pues el mundo arcaico era un mundo donde el sexo formaba parte de la sociedad visible, como el comer. Sus habitantes no tenían miedo alguno de realizar el sexo y darse placer mutuo en cualquier situación. Por ello las descripciones en los pasajes sexuales son increíbles. Pocas veces he disfrutado tanto de sexo narrado. La importancia del sexo se ve muy bien reflejada en este libro.

Si tengo que hacer una comparación con su predecesor diría que me ha gustado más, pero pese a pertenecer a una misma saga de libros son dos novelas bastante distintas. Esta segunda parte a mi parecer pierde en credibilidad -a continuación hablaré de ello- pero gana en narratividad. El anterior libro se asemejaba más a un documental escrito, la vida de un clan de neandertales en el cual se ha colado una homo-sapiens, que a una novela histórica, género en el que se enmarca «Los hijos de la tierra». En esta novela ocurren infinidad de cosas más que en la anterior pese a su lentitud narrativa, y se agradece. Este libro se siente más novela y por ello atrae más al posible lector. Se crea en ciertos pasajes suspense y expectación, algo que se echa de menos a veces en «El clan del oso cavernario».

En cuanto a lo de la credibilidad creo que se pierde por varias razones. Las conversaciones se sienten demasiado fluidas y superfluas en los homo sapiens. Estoy de acuerdo con que pese a su arcaísmo estas personas sentían y padecían de lo mismo que nosotros, pero ciertas bromas y conversaciones me parecen demasiado actuales como para encajar del todo bien en un ambiente así. La doma de caballos puede encajarme en una época así, quizás existió tan temprano, pero no me encaja la domesticación de un terrible león cavernario, y mucho menos la doma y monta del mismo, algo que sí ocurre en la novela. Tampoco me parece muy realista que una yegua y un león convivan plácidamente en la misma caverna. Pero pese a estos puntos menos realistas la obra conserva un influjo muy verosímil en todo lo demás; los veo realmente como métodos de crear una narrativa y mundos más entretenidos.

Quizás la otra pega que encontré en el libro es muy específica, pero que me dejó extrañado. Pese a que el viaje de los dos hermanos se narra con cuidado y pausa en el principio de la novela, el encuentro entre estos y Ayla, además del viaje -les separan miles de kilómetros todavía- creo que la autora quiere hacerlo demasiado deprisa. Se nota mucha diferencia entre lo pausado de la primera parte de la novela -descripción de paisajes, gentes, animales- frente a lo raudo en el encuentro fortuito de los protagonistas. Era necesario, pero muy rápido. Además, aunque no es una pega, cada capítulo alterna los puntos de vista de los hermanos y Ayla, y desde muy pronto se sabe que el destino final de ellos es juntarse en algún punto de la novela, algo que resta expectación al libro.

Recomiendo mucho esta saga, pero no os voy a engañar; es dura. Aunque te enganches a los libros y leas a diario varias horas cuesta leérselos. Son libros que sobrepasan las 600 páginas, además de tener una letra pequeña. Pero merece la pena y mucho. 8/10

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Conversaciones con mi madre

Conversaciones con mi madre

Estas son una serie de conversaciones en las que me veo obligado a participar estando en casa. Mi madre, esa persona tan especial en mi vida pero que también tanto me desesperara en mi día a día.

CONVERSACIÓN 1

-¡Samuel! -Grita mi madre desde el otro extremo del piso.

-¡Qué! – Grito yo porque siempre me hace lo mismo.

-Mierda («que todo lo quieres saber» complementa en ocasiones) – Dice ella, porque siempre caigo.

Y así una y otra y otra vez.

 

CONVERSACIÓN 2

-Mamá, ¿me queda bien esta camiseta?

-Madre mía, si no cabes. Vamos a tener que quitar la puerta para que puedas entrar a casa.

-Gracias mamá.

 

CONVERSACIÓN 3

-Mamá, ¿qué hay de comer?

-Camuños.

-A ver, y eso qué es -ya sé la respuesta-.

-Cojones como mis puños.

 

Y muchas muchas más…

Recuerdos

Recuerdos

A veces nos vienen a la mente recuerdos tan tontos que no sabes ni por qué están ahí. Pero forman parte de tu infancia de una forma tan fuerte que sería estúpido querer dejar de recordarlos -e iluso por otra parte, nosotros no elegimos eso-. Hoy me ha venido a la mente el recuerdo de cómo mi padre preparaba el «choricillo al infierno». En mi frágil mente era todo un acontecimiento, comparado al más grande de los sucesos de la historia. Me he acordado de cómo me lo decía -seguro que para él tan solo sería una comida más de nuestra carta semanal- y cómo yo lo interpretaba como un auténtico regalo. También me acuerdo del plato de barro que utilizaba para ello, que para mí era como ancestral y nada más podía preparse sobre él. El momento que más me embelesaba era el de rociar el chorizo de alcohol y ver a mi padre con el mechero encendiéndolo y convertir en el proceso al chorizo en un montón de llamas. Me parecía hasta imposible que algo pudiera cocinarse así, ardiendo en llamas. Pero lo hacía. Y nunca reconocí que el sabor me parecía demasiado fuerte para mi paladar todavía infantil, pero lo devoraba como con pasión porque era mi padre el que lo había preparado.

Recuerdos así me hacen sentirme vivo.

 

Mi patria

Mi patria

Mi patria es el corazón de mis amigos. Una patria por la que moriría. Mi bandera son mis seres queridos. Una bandera sobre la que yacería. No creo en trozos de tela que quieren expresar mucho y no son capaces de llegar al alma de todos. La patria exigiría fiel y completa pasión por ella; son necios si pretenden que una entidad fantasma, dios de naciones, pueda conseguir tal misión. El vínculo que tengo con su patria es tan débil que soy capaz de caminar sobre el lecho de mentiras que deja ante su arrastre agónico. Tampoco creo en falsas promesas. El único independentismo en el que creo es en el de separarnos de nuestros miedos. Y esa revolución deseo y espero que sea violenta en todos sus aspectos.

Sin límites

Sin límites

Hacía tiempo que no me sentía tan cómodo escribiendo algo. ¿Y por qué? Porque me he desprendido de todo. Siempre he tenido ciertas reticencias sobre dejarme llevar demasiado con la escritura. Siempre hay un biombo en el que nos ocultamos para no ser nosotros mismos. Aunque no nos demos cuenta la «norma», lo «bueno», lo «valorable» ha calado demasiado en nosotros, y sin querer nosotros mismos nos censuramos a la hora de dejarnos llevar por lo que escribimos. Consideramos a los «clásicos», algo intocable, dignos de admiración y paradigmas de la buena escritura. Hay que imitarlos por encima de lo que deseamos ser. No premiamos el impulso interno, nuestra esencia más clara. Y también tenemos miedo a expresar lo que somos. Nos hacen creer que una vida digna es la que genera un trabajo que será recordado; y esto es la mayor de las mentiras. Una buena vida es aquella en la que disfrutamos haciendo lo que nos gusta y rodeándonos de los que adoramos. No debemos preocuparnos por un futuro que ni tan siquiera sabemos si existirá.

Pero esta vez no se lo he permitido a mi mente. Estoy disfrutando de una escritura casi automática, iniciando una narración por la que algunos me podrían tildar de loco de la cabeza. Solo la entenderé yo y la persona a la que va dirigida -somos igualmente de tontos-, y la vamos a disfrutar como el mejor clásico de los clásicos o el mejor best-seller de los best-seller. Y habré triunfado, porque ese es el objetivo de la literatura.

Me he prometido no olvidar

Me he prometido no olvidar

Hoy escribir poesía me parecería una falta de respeto. Hoy me he prometido no olvidar. Dejar una pequeña constancia aquí, para que nunca quede demasiado lejos todo lo que está ocurriendo. Recordaré por aquellos que insisten en desprestigiar la memoria. Me lo he prometido porque he comprendido que ya los votos son secundarios. No quedarme en el conformismo. Saber que llevarles la contraria conlleva su violencia; y que pretenden que permanezcamos quietos y callados, recibiendo de buena gana sus golpes. Cualquier causa se ha visto ensombrecida por la represión de hoy, domingo, 1 de octubre. He visto imágenes que tardaré en desdibujar de mi cabeza:

(Desconozco su autor)

Y no hablemos de los vídeos:

No lo dudes, patadas por la democracia. Queremos que se queden y por eso se lo recordamos a base de palizas lo buenos que somos. El referéndum es ilegal, quién osa hacer algo ilegal. Nadie en la historia ha roto con la legalidad para llegar a donde estamos, por favor. Claro, la legalidad es un fantasma para ellos cuando se trata de defender su causa. Defendemos la democracia impediendo unos votos, nadie ama más que nosotros a la democracia. 844 heridos de la democracia. Deberían estar contentos esos heridos, han sido atacados democráticamente por los representantes de la democracia. Es justo. Es la violencia de todos.

Si yo, lejos de toda la violencia, así me he prometido recordar, imaginad aquellos que han sentido los golpes en su cuerpo. No olvidarán jamás. Los hemos perdido para siempre. Han logrado justo lo contrario a lo que querían; ya no tienen motivos por los cuales querer permanecer junto a nosotros.

Hablaba de las raíces hace poco, pero me olvidé de que algunas siguen llenas de veneno del pasado. Han sido otras raíces las que han sacado a la vista lo peligroso del mismo. No me gusta ninguna de esas raíces, no comparto sus caminos, pero que pretendan arrancarlas del subsuelo por la fuerza por querer seguir, libremente, con su camino, es penoso. La democracia dura hasta que sus dueños se dan cuenta de que les llevan la contraria.