A 42 minutos de un examen, aunque son 49
Aquí estoy, a 48 minutos de un examen, preocupado por lo que me pueda hacer. Ya ves, estoy preocupado sin haber pasado una página del temario con mis propias manos –literalmente; como si el resultado pudiera ser otro del que todos estamos imaginando-. O no, vete a saber, que lo mismo este examen es el centro de resonancia de un gran cambio, o igual no y simplemente lo suspendo. Pero me ha parecido más provechoso guardar estos minutos de incertidumbre futura para escribir un párrafo que en su breve extensión será más útil que cualquier examen que yo pudiera hacer; la libertad está en este texto. Frente a lo tenaz del estudio, la fuerza del pasado, el arraigo de la tradición, aquí estoy yo, redactando un texto inservible sin ningún propósito fijo venidero, pero lo estoy haciendo, libre y porque quiero.
Y ahora sí quedan 42, perdón 41, y aunque estoy un poco más preocupado por lo que pueda pasar, me voy a tomar el desayuno que tengo hinvernando –sí, se ha quedado como el hielo-, desayuno que junto a este texto han sido más provechosos para el género humano que 398 exámenes en 21 años.