Me meto un tiro,
¡Pum!
El eco suena,
¡Pum!
O quizás es el corazón,
¡Pum!
Que todavía sueña.

Autor: Samuel Cerdera García

Pues soy el humilde administrador de esta página :)
Reseña de «El nombre del viento» (Patrick Rothfuss)

Reseña de «El nombre del viento» (Patrick Rothfuss)

kvothe y su laud

(Ilustración de la edición del 10º aniversario)

Lo bueno de esta novela es que se puede hablar abiertamente de ella sin hacer grandes spoilers -pero id con cuidado-. No interesa tanto lo que sucede -como es obvio sí tiene su importancia ya que es una novela, algo tiene que suceder- sino ver el proceso de todo ello, un proceso largo y complejo que llena a los personajes de un realismo pocas veces visto en una novela de ambiente fantástico. El centro de la narración es la historia de Kvothe, historia que el mismo cuenta al escriba y a Bast. Hago mención al resto de obras fantásticas porque, pese a poder haber excepciones, sus personajes no se caracterizan por un trasfondo moral o histórico muy complejo. Suelen ser personajes tipo que encarna o bien el papel del héroe o del malvado. Si bien sí que se gastan páginas en presentar al protagonista, jamás se ha hecho con tanta extensión como en este caso.

Me gustaría empezar diciendo que se trata de una fantasía veraz. Parecen términos contradictorios pero no es así. Dentro del mundo de fantasía que crea -una fantasía rebajada, por lo menos a lo que respecta el primer libro- todo es realista según los paradigmas que el autor ha dejado claros ya.  Se crea una mitología de la que no se sale. La narración es fiel a lo que esa mitología le permite hacer. Ese mundo sufre más de los problemas terrenales, compartidos con cualquier lector, como pueden ser la hambruna, la falta de dinero o las relaciones sociales. No temen a seres fantásticos, temen a no poder pagar los intereses de una deuda adquirida. Y por Dios, me digo para mis adentros, ¿no es eso lo menos fantasioso posible? No, porque está mezclado con toques de fantasía que crean un mundo único. Para compararlo con algo, podría confundirse con una Edad Media donde la alquimia sí funcionase de veras. No encontramos nada exagerado; lo más parecido a axagerado es SPOILER una especie de dragón, pero acompañado este pasaje con una extensa descripción casi naturalista, hacia el final del libro, que nos hace ver que un dragón es en verdad un gigante lagarto como árboles que para reproducirse y llamar la atención de la hembra echa fuego por la boca. Tampoco se queda todo en un mundo terrenal, siempre se añaden pequeñas narraciones sobre la magia o la mitología del mundo para recordarnos que hay algo más, para hacernos creer que sí existe algo oculto.

Relacionado con esto, el desarrollo de los personajes es bestial. Puede parecer que hay numerosos capítulos evitables -y tal vez en lo narrativo así sea-, pero el protagonista no sería el mismo sin esos capítulos donde se crea y crece su personaje. Kvothe no haría ciertas cosas si no fuese por un pasado que él y el lector conocen. Bien cierto es que capítulos como los sucedidos en Tarbean relantizan la obra, pero esto forja un carácter en el todavía niño Kvothe que condicionará al completo su nueva vida posterior en La Universidad. Entiendo que a ciertos lectores esto les pueda parecer tedioso, es dibujar un personaje hasta la exasperación, pero debido a la originalidad del autor todas estas historias están repletas de sub-tramas que hacen que siempre haya algo que el lector quiera conocer.

(Imagen sacada de https://i.pinimg.com/)

La técnica de contar algo a los personajes -Bast y cronista oyentes a la vez que el lector- funciona. Encaja además muy bien en la personalidad del protagonista, Ruh de corazón; solo él debe y puede contar su historia. Se trata de una especie de muñeca rusa, al estilo de una matrioska, donde un relato está dentro de un relato que a su vez se encuentra en un relato. En verdad esta técnica se denomina «narración enmarcada», pero creo que así se ve mucho mejor.

Una pega, que no todo es perfecto, el final, que no es final, deja con ganas pero no es nada del otro mundo. SPOILER La narración que el protagonista está haciendo concienzudamente es interrumpida por un ataque fortuito de un demonio. No tiene final; el libro simplemente continua en el siguiente tomo. No se ha llegado, narrativamente hablando, a ningún punto clave o fundamental, al menos a mi parecer. Consigue matar al dragón que asola al pueblo a la vez que descubre una entrada secreta al Archivo. Mientras, en su presente, Bast, de una forma un tanto agresiva, obliga a Cronista a que en su copia se centre más en los datos positivos que negativos de la historia de Kvothe, pues la nueva vida oculta en la taberna donde se encuentran poco a poco está matando al en otro tiempo poderoso pelirrojo. Bast quiere animar a su amigo, que vuelva a ser como antes, y Cronista es el cebo que lleva lanzando mucho tiempo el joven. Ahí acaba todo. Tanto el presente como el pasado quedan cortados por la mitad para seguir con la narración en el siguiente libro. Sin duda perfecto para llevar a toda la masa de lectores al siguiente libro y tener excusa para muchos más, pero muy desesperante para el lector que quiere saber todavía los misterios, que son todos, que quedan por resolver.

Para terminar con un buen sabor de boca, que es lo que te deja este libro después de leerlo, esa pega es insignificante, he de decir que su calidad, en cuanto al léxico, elección de palabras, belleza del lenguaje, es inmensa. Mezclado con canciones trovadorescas, descripciones de sentimientos humanos profundas, no se le puede tachar absolutamente nada. Abajo pongo lo que sin duda es la página que para mí más mérito literario tiene. El extracto es un poco más extenso de lo que suelo acostumbrar a poner en estas reseñas, pero realmente esta primera página del capítulo 18, «Caminos a lugares seguros» me ha parecido sencillamente una obra de arte. Merece la pena leer el libro, nada corto, tan solo por poder disfrutar de todo el sentido agrío, bello y sincero de estas palabras:

Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades.

La primera es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor: pasando por la primera puerta.

La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que «el tiempo todo lo cura» es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.

La tercera es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.

La última puerta es la de la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos han enseñado.

Para terminar, como siempre, quisiera hacer un pequeño apunte. No me he leído ni la continuación –El temor de un hombre sabio– ni las otras dos historias cortas sobre dos de los personajes, – La música del silencio, libro sobre Auri, y El árbol del relámpago, libro sobre Bast,- pero tengo la sensación, y creo que no es infundada, de que este libro, y supongo que el siguiente, sirven como posiblemente el prólogo más extenso jamás ideado en la historia de la literatura. Quizás el tiempo no me dé la razón y el propio Rothfuss falle a su promesa de idear un mundo más extenso, pero por favor que no sea así. Y aquí también está parte de la capacidad creativa del estadounidense; una trilogía -con suplementos- que supera con facilidad las 3000 páginas no sería más que un prólogo para un mundo muchísimo más extenso. ¿Como hacer esto de una forma entretenida sin parecer que se está escribiendo la nueva Biblia o la General estoria? Parece que el misterio se lo tiene bien guardado el bueno de Patrick. Calidad y maestría supongo.

Recomendadísimo, faltaría más. Muchas gracias Camarasa amor mío por recomendármelo. Intentad al menos echarle un vistazo. Calma. Es un libro extenso que no merece la pena leerlo rápido y mal, más teniendo en cuenta la secuela además del tercer súper esperado por todos tercer libro. Sé con certeza que no decepcionará a nadie.

Las víctimas del terrorismo son los héroes de nuestra democracia

Las víctimas del terrorismo son los héroes de nuestra democracia

(Imagen extraída del periódico La Rioja)

BASURA. BASURA. BASURA. BASURA. BASURA. BASURA.

No quiero ser demasiado extenso porque tampoco hay que detenerse demasiado para ver lo absurdo de esa frase.

Basura. Tanto como huele el tufo ideológico reciclado y acabado de muchos de los que afirman esto. Las víctimas de un atentado terrorista son víctimas. Y ya. Me parece una falta de respeto para los seres queridos de los fallecidos. La utilización institucional de todas estas muertes para fines políticos es repugnante. Crear héroes para conseguir votos es terrible. Entregarían su postura de «héroes» de la democracia por tenerse vivos. Un héroe, en lo general, estaría encantado y orgulloso de serlo. Lo dudo horrores en este caso.

¿Te convierte en héroe el morir? ¿Héroe es aquel que tras ser asesinado de forma cruel por unos fanáticos religiosos lo único que ha hecho es, tristemente, dejar un hueco que jamás se llenará en el corazón de sus seres queridos? Ser héroe entonces para ellos es ser asesinado. Símbolo, recuerdo, lucha… de acuerdo, pero héroe… No lo han buscado, les vino como una tormenta repentina. Vas en un tren para acudir a tu puesto de trabajo y de repente alguien ha decidido que tu vida debe de frenarse en seco… Metáfora perfecta.

Líbreme el destino de ser el héroe de los enfermos que dicen esto. Prefiero ser un ignorante desconocido pero tenerme, y que me tengan, vivos, mis seres queridos.

 

Reseña de «Diez negritos» (Agatha Christie)

Reseña de «Diez negritos» (Agatha Christie)

Dios es mujer porque Dios es Agatha Christie.

Y ya. Podría dejar la reseña ahí. No es necesario decir más.

Es broma. Las obras de Agatha Christie -las que he podido leer-, son dios. Ella como persona quizás no tanto, pero eso es algo ajeno a su calidad literaria, aunque no por ello dejaré de comentarlo.

Diez negritos es una auténtica obra maestra, y no por nada se considera que es uno de los diez libros más vendidos de la historia -siendo la propia Agatha la autora más vendida de la historia y todas sus obras lo tercero más leído detrás de Shakespeare y La Biblia). Muchas veces creemos que los clásicos, pese a ser clásicos, deben parte de su fama al azar o a que los críticos lo han querido escoger así. Tal vez simplemente son fuente de influencia máxima, pero no por ello válidos para la lectura actual. Pero no nos damos cuenta que en casi todas las ocasiones los clásicos lo son por algo; porque son los mejores en su género. Y este es, sin duda, el caso de Diez negritos. Una novela que en absoluto se sale de la tónica general de la maestra del suspense pero que pese a ello es el ejemplo perfecto de cómo escribir posiblemente una de las mejores novelas de misterio de la historia.

Aparecen los personajes tipo tan característicos de sus obras y de la novela de misterio de la época: el mayordomo, el médico, el policía, el detective, el general… No falta casi ninguno.  Como es propio en estos personajes no destacan en absoluto, pero lo que Agatha Christie hace con mayor maestria que la mayoría de escritores es utilizarlos para crear un tejido narrativo perfecto. Utiliza cadáveres literarios para crear una trama y un misterio que ni con el mejor personaje de la historia podría haberse creado. No le hace falta dar demasiada profundidad a sus personajes -da la justa para brindar de sentido a la historia- sino que la profundidad recae en la perfección del misterio, que normalmente coincide con cómo se ha producido el crimen. Y, no hace falta decirlo, nadie mataba mejor -en el sentido del misterio- en las novelas que Agatha Christie.

A partir de ahora van a volar los SPOILERS, así que los interesados en leer la novela, absteneos de leer más. Quisiera primero poner el poema en que se basa la totalidad de la novela:

Ten little nigger boys went out to dine;
One choked his little self, and then there were nine.

Nine little nigger boys sat up very late;
One overslept himself, and then there were eight.

Eight little nigger boys traveling in Devon;
One said he’d stay there, and then there were seven.

Seven little nigger boys chopping up sticks;
One chopped himself in half, and then there were six.

Six little nigger boys playing with a hive;
A bumble-bee stung one, and then there were five.

Five little nigger boys going in for law;
One got in chancery, and then there were four.

Four little nigger boys going out to sea;
A red herring swallowed one, and then there were three.

Three little nigger boys walking in the zoo;
A big bear hugged one, and then there were two.

Two little nigger boys sitting in the sun;
One got frizzled up, and then there was one.

One little nigger boy left all alone;
He went out and hanged himself and then there were None

 

Este poemilla es la base de todos los asesinatos. El asesino, que después gracias al epílogo se descubre que es uno de los diez personajes (el juez Wargrave), encarnados en los diez negritos que canta la canción, quiere realizar el asesinato perfecto basándose en esta canción que escucho cuando era un niño. La maestría de basar la trama en este poema es absolutamente mágica, pues una vez que el lector se da cuenta, antes de que el personaje de Vera Claythorne lo haga, de que los asesinatos se van desarrollando tal cómo dice el poema, uno está una y otra vez, a medida que avanzan las páginas, volviendo al poema para averiguar si efectivamente el asesinato se ha desarrollado según lo previsto. Esto es jugar con el lector como muy pocas veces se había hecho hasta la fecha. Todo está escrito, la canción admite que van a morir todos, y uno intenta hacer sus propias cabalas para averiguar como sucederá todo, para después Agatha Christie borrar todo de tu cabeza y darte la verdadera respuesta a los hechos.

Y desde luego, casi nadie creo que lo pudiera averiguar a la primera. La misma Agatha Christie admitió -lo podéis ver aquí– que sin duda es lo que más le costó en toda su extensa carrera literaria. Es muy difícil crear una serie de asesinatos, a la vista del lector, imposibles, y luego mediante un epílogo hacer que todos hayan sido cometidos bajo la más estricta perfección. Se nos dan falsas pistas que pueden inducir a acusar falsamente a uno de los personajes. Yo en lo personal creía que el primero en morir, el joven fornido que responde al nombre de Anthony Marston, era el asesino. Pensaba que su envenenamiento era falso y que tan solo aparentaba su muerte. Una vez fallecido para todos sus compañeros sería muy fácil asesinar al resto sin levantar una sola sospecha. Pero es obvio que me equivocaba. El asesino es el quinto en morir, pero mediante una muerte fingida. El juez Wargrave es, aparte de un maniático psicópata, un hombre con una enfermedad terminal. En su vida siempre quiso, ilusión enfermiza de persona con ínfulas de dios, cometer el mejor crimen que se haya visto. Se cansó de juzgar, se aburrió de ver, por lo que pasó a la acción. Jamás nos imaginamos que el asesino ya está muerto, que apenas le quedan días, que nada tiene ya que perder. Envenena y asesina a unos, finge su propia muerte con la ayuda del médico, Edward Armstrong, y una vez se deshace de este, tiene vía libre para asesinar al resto -e inducir, en apoteósico final, el suicidio de la última superviviente-. Pero una vez siendo el último con vida, se suicida, dejando su cuerpo en las circunstancias perfectas para que la policía jamás pueda resolver el caso. Según la investigación policial posterior se pueden tener sospechas de los últimos en morir, pero jamás adivinar quién ha sido; es realmente el crimen perfecto. El único fallo del juez es, por vanidad tal como admite en el epílogo, redactar pormenorizadamente cómo asesinó a cada uno. Esta declaración la introduce en una botella antes de suicidarse en la isla donde todo ha ocurrido, botella que es encontrada tiempo después.

(ilustración de el juez Wargrave, por Esperanza Peinado)

Exasperante es, en el buen sentido desde luego, tener que esperar hasta las dos últimas hojas para averiguar la verdad sobre el crimen. Como suele pasar en todas estas novelas la resolución del caso no se descubre hasta las últimas hojas, y esto hace que el lector no quiera dejar de leer hasta ver cómo ha ocurrido todo. A mi parecer es el mejor tipo de novela para asegurarse de que uno va a estar leyendo sin parar hasta terminar el libro. Al humano, morboso por naturaleza, no le gusta algo más que el crimen, e incluso más que eso, los detalles de cómo este se ha cometido. Nos encanta meternos en la mente del loco, del asesino, intentar entenderle aunque sea difícil, y en este caso realmente es fácil. Los nueve personajes restantes, aunque en un principio se cree que el juez también, son culpables de uno o varios asesinatos, aunque judicialmente no pudieron ser juzgados. El médico comete una negligencia médica por operar borracho, el general manda a la muerte al joven amante de su mujer, el policía acusó a alguien inocente… Ya me entendéis, personas totalmente culpables de un asesinato pero que han podido librarse debido a su alto rango o a que la justicia no contempla esas decisiones como homicidios. Y esto a nuestro juez no le gusta, pues él sabe que son culpables. Son muchos años juzgando a las personas y viendo cómo algunas de ellas se libran por la torpeza de lo judicial. Por eso nos vemos representados con el juez. Sí, es un asesino frío, despiadado, pero no hay que olvidar que su crimen perfecto lo comete asesinando a asesinos. Es un hombre que tarde o temprano morirá, qué mejor que haciéndolo matando a asesinos creando, en cierta medida, una obra de arte con ello. Es perfecto. No puede haber asesino más justo. Y eso es lo que pretende y hace de forma magistral la autora.

No tengo nada más que añadir respecto a lo literario, es intachable. Un pequeño apunte más. Sí me gustaría añadir algo respecto a cómo trata Agatha Christie a ciertos personajes. No es ningún misterio que Agatha Christie era una persona muy conservadora y bastante racista. Ya desde el título original del propio libro, Ten little niggers, a las menciones continuas del carácter hostil y agarrado de los judíos. Incomoda, no voy a decir que no. Es tristemente algo muy común en toda la literatura universal; la misoginia y el racismo, por poner dos ejemplos, son dos realidades que tristemente nos han acompañado a lo largo de nuestra historia, y algunos autores mostraban más que otros su forma de pensar, y Christie era una de esas personas que no tenía en absoluto miedo a reflejarlo en sus libros. Algunos dicen que lo hacía como muestra del carácter de sus personajes, pero es innegable que ella así veía el mundo que le rodeaba. La única pega, que tantas veces tenemos que sufrir los lectores actuales cuando vemos pensamientos añejos y de otros siglos reflejados en nuestros clásicos más queridos. 

 

 

Reseña de «Azaña» de Carlos Rojas

Reseña de «Azaña» de Carlos Rojas

Es una reseña un tanto difícil debido a que es una novela histórica con gran cantidad de datos biográficos del personaje que da título a la obra, Azaña. Más bien diría que es una biografía con ansias de novela histórica, ya que salvo detalles muy puntuales todo lo que se narra es estrictamente histórico y real. Os podéis imaginar lo que da de sí una novela histórica que narra los acontecimientos principales de la vida de Manuel Azaña con presidente de la República española, y de cuántas maneras se puede entender dichos hechos. Mencionado esto para avisar sobre posibles vertidos ideológicos en esta reseña, comencemos.

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Foto extraída de https://www.elconfidencialdigital.com/

Estamos ante todo un Premio Planeta (edición de 1973), por lo que se presupone su calidad literaria. No obstante después hablaré de este conocidísimo premio literario español (el 2º en el mundo tan solo detrás del Nobel en cuanto a su dotación económica) que quizás no tenga demasiadas razones para ser admirado.

Azaña es un libro bastante arriesgado para su época. Pese a que la dictadura franquista se encontraba en sus últimos días, esta seguía siendo un hecho junto a su censura. Es llamativo cómo se habla abiertamente de ideologías políticas de izquierda sin ningún tipo de denotación. Se estudia de forma concienzuda el bando republicano y cómo este, con sus incapacidades, afrontó una guerra que ellos no comenzaron y vieron venir de repente. Se ensalza a personajes de la república a la vez que se desmitifican otros tantos. No obstante, pese a narrar y detallar la crudeza de la guerra, hay un motivo trascendental por el cual esta obra pudo ser publicada en este año; se obvia por completo el punto de vista sublevado. Se narran las acciones -conquistas de ciudades, bombardeos, mensajes- pero no se acompaña de una descripción objetiva, ni subjetiva, de los horrores que obviamente también podían verse en el lado fascista, necesarios para entender la cuestión al completo. Solo hay un horror, y ese es el del bando republicano. Debido a esa falta de detalle sobre la otra facción, oportunamente traída a cuenta, el libro puede desenvolverse en un halo de política incesante. Es una especie de «bien queda» obvio debido a las circunstancias de la época.

Se desarrolla desde una primera persona. Un Azaña viejo, destrozado por lo que ha tenido que vivir en la guerra y por los fallos que sabe que ha cometido. A veces ese Azaña se sale del propio Azaña, y llega a discernir que todo es ficción, un libro, pero los que lo acompañan lo toman como desvaríos de un individuo que ha vivido ya demasiado en las peores circunstancias. La calidad literaria del libro es máxima; poco está escrito al azar o por rellenar. Cuando no se habla de momentos clave de la Guerra civil española (el golpe de estado de julio del 36, la batalla del Ebro, el problema catalán. la resistencia de Madrid, la insurrección de los anarquistas en Barcelona…) también se habla de sucesos que un muy personal Azaña -este Azaña literario por supuesto- considera tan o más importantes que los mayores movimientos de tropas de la guerra. Este Azaña le da una importancia suma a la salvación de las obras de arte del museo del Prado. Durante bastantes pasajes del libro se ve cómo una de sus máximas prioridades es mantener a salvo las obras hasta que estas lleguen a la frontera.

Mucho interés tienen las conversaciones una vez ya exiliado, en Francia, donde conociendo a un obispo afín a sus ideas, mantiene conversaciones interminables sobre su vida y el mundo que les rodea:

-Más allá de esta monserga, no hay nada – córtame el obispo, pesaroso-. Se termina todo, como al final del universo, donde ni siquiera cabe el vacío.

-Cabe el fascismo. De cristiano poco tiene.

-Es puro romanticismo pagano -asiente monseñor-. El último convencimiento de que el hombre no fue creado a imagen de Dios, sino de la raza. El fascismo, sin embargo, no sobrevivirá esta guerra. Usted lo auguró con toda certeza.

No obstante a veces considero estas conversaciones demasiada introspectiva, llegando incluso a veces a lo metafísico. A veces es difícil seguir al ficticio Azaña cuando se encuentra más separado de la vida terrena. Sus frases son inconexas, a la vez se arrepiente de algo como lo exalta. Entiendo la intención del autor de crear con todo esto un personaje mucho más realista y vivo, pero teniendo en cuenta que gran parte de la obra se desarrolla en la extrema verosimilitud de los hechos, es algo que a mí en lo personal me distrae un poco de la intención general del texto.

Uno de los puntos fuertes de la obra son las ya mítica discusiones de Azaña -por llamarlas de alguna forma- con su enemigo político, Negrín. En la vida real no se aguantaban y se muestra así muy bien en la obra. Pero aun guardándose un odio eterno, lo cruel de las circunstancias hace que entre ellos se forme una especie de amistad de necesidad; solo ellos saben, más allá del odio mutuo que se tienen, lo duro que han sido los últimos años, por lo que se necesitan cerca para entender lo difícil que ha sido todo.

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(Juan Negrín)

Por ello Azaña está encarnado como un hombre totalmente derrotista. Muy humano, quizás demasiado humano. Se sabía de él que era un hombre sensible, con preocupaciones literarias y dramáticas. Muchos por ello consideraban que era más escritor que político. Pero pese a ello me parece que se da un toque exagerado al personaje. Y tampoco se le excusa con las circunstancias. Se le atribuyen todos los fallos de la derrota republicana cuando esta fue un cúmulo de circunstancias, históricas, sociales.,políticas y militares, que nadie podría haber cambiado jamás. Aun con ello, cuando la narración se centra en los acontecimientos históricos, te crees de pleno al Azaña caracterizado en la obra, y eso es todo un logro. No puede decirse que sea una novela histórica, más bien se trata de un libro de historia novelizado.

Y por último, como he prometido, quería hablar del famoso Premio Planeta. A partir de aquí todo lo escrito se basa completamente en un punto de vista subjetivo. El Premio Planeta no es lo que dice ser, y son muchas las pruebas. Si queréis un análisis más extenso sobre por qué es casi una farsa, podéis leer esta entrada de El confidencial donde se explica de forma detallada. De forma resumida, el ganador o ganadora del premio se conoce mucho antes de la entrega de premios. Se ponen en contacto con los escritores para que estos, por el sustancial premio, escriban una novela que se sepa va a vender. El objetivo sería premiar una novela, no con la mayor calidad u originalidad, sino llamativa, que venda, para que así Planeta con la posterior edición, hablando claro, se forre. En el año 1994 los grandísimos escritores Ernesto Sábato y Miguel Delibes admitieron que les habían ofrecido ganar el premio. Buscan un perfil famoso o totalmente novedoso, para ganar crédito por ello.

Así que, entendiendo esto… ¿Quién nos dice que esto no fue una estrategia para vender más y mostrar una falsa libertad de expresión? No tengo ninguna prueba, en absoluto. Carlos Rojas es un escritor totalmente respetable que lleva toda su vida escribiendo sobre historia, y seguramente no sepa nada de esto. Pero a mí, simplemente, me huele.

Por lo demás un libro totalmente recomendable para todos aquellos que gusten de una novela ambientada en la guerra civil española, y sobretodo, interesados en la figura de Azaña.