Me meto un tiro,
¡Pum!
El eco suena,
¡Pum!
O quizás es el corazón,
¡Pum!
Que todavía sueña.

Autor: Samuel Cerdera García

Pues soy el humilde administrador de esta página :)
Maestrando

Maestrando

Impartiendo clases me doy cuenta de muchas cosas. Hay alumnos de todo tipo, con sus manías y hábitos, y todos ellos me recuerdan a ciertas experiencias de mi vida. Algunos me provocan una envidia sana. Envidia porque ya jamás podré tener las oportunidades que se les está dando a ellos. Me hacen mirar el pasado como algo triste, aunque me alegra poder ayudarles en aquello que yo, por las circunstancias, jamás fui capaz de tener ni cerca. Es una queja del primer mundo porque mi infancia y adolescencia no pudieron ser más felices, pero cuánto llena la ausencia propia y qué poco la ajena, y algunos huecos sí que tuve, para qué engañarnos.

Luego están aquellos que no saben lo afortunados que son. Viven el momento, como tiene que ser, pero de una manera torpe y despreocupada. Les adviertes que en algún momento mirarán al pasado y añorarán todas esas oportunidades que, por temas de la edad, ya no van a conseguir en un futuro. Se ríen algunos o se quedan callados otros pero, en general, es muy difícil llegar a ellos sin que un golpe de realidad les abra los senderos perdidos de su mente.

Y los más inconscientes -ni mejores o peores, eso ya lo dirá el tiempo-, son los que saben que lo tienen todo, y que por ello, triunfarán en lo que se propongan. Como saben la suerte que tienen, deciden no hacer absolutamente nada con su vida porque, de todas formas, tienen el futuro asegurado, y trabajar por trabajar envilece, parece ser. Los mejores colegios o institutos, los mejores medios, los mejores profesores… Pero la peor de las predisposiciones.

Son estos últimos los que te hacen rabiar, sabiendo que otros que lo necesitan de verdad jamás llegarán a nada por sus circunstancias, mientras que por nacimiento otros lo obtienen todo. La cruel rutina del azar.

(…)
Y yo mientras maestrando,
dando lecciones que debería haber aprendido
en el recuerdo de un ayer demasiado presente.
y es que funciona como anhelo tenue
de lo que dejé perder.

Vamos a morir todos

Vamos a morir todos

Tú, el que estás leyendo, yo, el que escribo. Nuestros padres, nuestras madres, la familia querida y la que nos es impuesta. Morirá tu perro, el gato e incluso mi pez, que muere pero no muere porque se muere. Morirán tus amigos, el que se lo merece y el que disimula tanto que parece que no se lo merece, pero se lo merece. Morirán tus profesores, el conductor del autobús, tus compañeros de trabajo y tu jefe. Morirán tus hijos, si los tienes. Se quedará una Tierra baldía al principio, sana y fuerte después. Llegarán otros ‘yos’ y otros tús’, y también morirán cuando les toque. En definitiva, que vamos a morir todos, pero todos todos. No vamos a quedar ninguno de los aquí presentes, acaso nuestro hipotético y frágil recuerdo, que valdrá poco.

Que hay que morirse que si no la vida se queda a medias. Pero, ninguno vamos a morir por un virus con nombre de realeza. Moriremos sin darnos cuenta, de forma anónima. Como una astuta serpiente la muerte se deslizará sobre nosotros, sin avisar. No habrá tambores ni sirenas, tan solo algún lloro con aires de arrepentimiento. Nos iremos con la vida entre las manos, acaso la suya entre mis fríos dedos.

Frontera

Frontera

Estamos en la frontera de una nueva década que golpea con la fuerza de un siglo pero que se desvanece como la tarde de un domingo. El tiempo pasa pesadamente rápido y a veces da miedo la velocidad a la que se acerca el futuro. Las exigencias personales juegan en nuestra contra y aterra saber que a lo mejor un día futuro uno mira atrás y, sorprendiéndose, no está contento con lo conseguido (o no ha conseguido lo que le pone contento). Es terrible la posibilidad de fallarse por algo que ni siquiera ha ocurrido. O crear algo que no tendría que suceder. O querer algo que no va a aparecer. U obtener logros sin a nadie querer. Simplemente es terrible tener que mirar tanto al futuro porque lo que nos sostiene ni siquiera ha pasado. Somos una generación que va a ciegas hacia la oscuridad. Quiero decir, da igual que abramos los ojos, que nos han quitado la luz y temo que no sepamos recuperarla.

Samuel Cerdera García

Diario de a bordo (7)

Diario de a bordo (7)

El libro está registrado. El título permanecerá anónimo hasta que os pueda contar algo bueno, esperemos que no tarden demasiado en llegar las buenas noticias. En mi futuro más próximo hay una participación, en forma de recital, en una sala de exposiciones donde un autor expone sus obras. No más de cinco o seis poesías de mi «arsenal» que de alguna manera se acerquen a la obra de dicho autor. No puedo decir más pero en breve lo anunciaré por las redes sociales.

También tengo en el punto de mira un concurso con el que pienso participar con una versión reducida del nuevo poemario. Será el primer intento en lo que preveo será una serie de intentos bastante extensa. Ya la idea de la autoedición queda atrás por falta de tiempo y dinero.

Por si alguna persona está interesada en introducir algún tipo de obra dentro del Registro de la Propiedad Intelectual, a continuación expongo a grandes rasgos cuáles son los principales pasos para ello:

1. Tener una obra (jejeje).

2. Comprobar dónde se encuentra el RPI de vuestra provincia. A día de hoy se puede hacer todo de manera telemática, y los pasos son los mismos, tan solo cambia el hecho de mandar todo a un correo electrónico.

3. Descargarse los formularios que se correspondan a tu tipo de obra (literaria, teatral, científica) junto al formulario de autor/es. Rellenarlos.

4. Una copia de tu obra, encuadernada y con portada, donde se vea con facilidad el título de la obra y su autor. Muy importante que esté paginada.

5. Con todo esto (formularios y copia) ir al RPI y entregar todo. Una vez entregado te informarán de las tasas correspondientes a las características de tu obra (En mi caso fueron 12,34 €, bastante asequible para todo tipo de carteras).

6. Deberás hacer un ingreso de esas tasas en la cuenta bancaria que se te indique y volver al Registro con un recibo que demuestre que ese ingreso ha sido efectivo.

7. Una vez hecho todo esto, se te dará un papel que acreditará momentáneamente los derechos de la obra hasta que en un máximo de tres meses lleguen los definitivos.

¿Por qué «gastar» el tiempo en registrar tu obra? Porque es un auténtico seguro de vida del escritor. Judicialmente se ha registrado esa obra como tuya, por lo que en posibles complicaciones (editores de moral discutible, posibles robos, envío a concursos, etc.) estás totalmente a salvo de la mala praxis ajena. Nadie, salvo tú, tiene la última palabra respecto a tu obra, y la ley te avala.

Ahora tan solo queda saber cuántas páginas le restan a este diario…