Tras un año de ausencia en Youtube, aquí estoy. Os enseño mi pequeña colección de libros antiguos, que espero crezca en los próximos años.
Charla sobre la Marina republicana en la Guerra Civil y presentación del libro «Málaga: Base naval accidental»
Ateneo de Logroño. C/ Muro de Cervantes 1
Miércoles 16 noviembre de 2016. 19, 30 horas
Charla sobre la Marina republicana en la Guerra Civil y presentación del libro
Málaga: Base naval accidental.
Presenta: Carlos Álvarez (presidente del Ateneo)
Ponente: Luis Miguel Cerdera (autor)
La Marina de Guerra y en concreto las tripulaciones de los buques tuvieron especial relevancia en que la República no fuera vencida en las primeras semanas de nuestra Guerra Civil. El avance de las columnas del General Mola desde el norte hacia Madrid y de las tropas africanas desde el sur, haría caer la capital de España en varios días. El golpe militar no triunfa y el plan de los generales sublevados fracasa. Entre una de las causas principales se encuentra el comportamiento de gran parte de la tripulación de los buques que se enfrentó a la oficialidad y consiguió mantener la mayoría de los barcos de guerra a favor del Gobierno republicano, con lo cual, los 35.000 militares pertenecientes a tropas de élite quedaron aislados varias semanas en el norte de África; valioso tiempo que el Gobierno aprovechó para organizar la defensa de Madrid.
Es por ello que desde el inicio de la sublevación, la ciudad de Málaga trunca los planes de los generales sublevados y su magnífico puerto adquiere una gran importancia estratégica debido a su situación con respecto al Estrecho de Gibraltar. Su constitución de urgencia como base naval republicana desde el 24 de julio de 1936 propició que el pueblo sufriera la tragedia de los 70 ataques aéreos que sufrió la capital. Hechos relevantes ocurren en sus aguas, la aviación y marina sublevada apoyada por fuerzas alemanas e italianas intensifican sus ataques sobre los numerosos buques republicanos destinados en esas aguas; consiguiendo hundir a varios de ellos.
La enigmática desaparición del submarino B-5 es todavía un misterio sin resolver. El hundimiento del submarino republicano C-3 en una operación secreta orquestada por los generales sublevados y Adolf Hitler, es otro de los sucesos que aporta Málaga a la historia naval de la Guerra Civil. La traición, sacrificio erróneo de la capital por algunos sectores del Estado mayor republicano y los últimos días de asedio; junto con el crimen de la carretera Málaga-Almería son trozos de historia cruda que deben ser recordados.
Cómo hacer una buena manifestación for dummies
¿Está cansado de las consignas de siempre? ¿Siente que con las manifestaciones a las que asiste no va a conseguir cambiar nada? ¿Cree que los de arriba se ríen de nosotros y apenas sienten miedo por lo que podamos hacer? No se preocupe. Con el nuevo manual Cómo hacer una buena manifestación for dummies podrá organizar una gran manifestación aunque esta se componga de predicadores evangélicos pentecostales.
Paso número 1: cambia de recorrido.
Está bien que elija el centro de una ciudad para hacer el recorrido de una manifestación, pero si la ruta es la misma en todas las ocasiones, apenas molestará ni se hará escuchar. De vez en cuando es bueno cambiar la ruta, o incluso salirse del itinerario establecido para dar un golpe de sorpresa a las autoridades. Cuando se ocupa carreteras no cerradas a la circulación es cuando molestas, y por lo tanto, haces ruido, y comienzan a tenerte en cuenta. Cuando ven que te sales de lo establecido, se asustan. Dar una vuelta alrededor de una plaza te convierte en algo no muy distinto a una oveja trajeada que hace caso a su dueño -en nuestro caso policías-.
Paso número 2: ampliemos la duración de las manifestaciones / concentraciones
Una hora, dos, incluso a veces tres… Esto es lo que dura una manifestación o concentración usual. Pero, ¿no le sabe a poco a usted? ¿De verdad se consigue algo dando vueltas a un sitio durante dos horas? Por qué no se anima usted a prolongar un poco más su estancia en ese lugar. Sí, todos tenemos unas responsabilidades, pero nuestros derechos no se reclaman solos. No se puede luchar sin sacrificar, sería una contienda a medias. A veces quizás hay que dejar algo atrás y arriesgar para que nos escuchen. Hagan una sentada un día entero -o semanas, depende de lo animado que se sienta usted-, y no les dejen descansar. Que noten su presencia a cada segundo, que sepas que con cada movimiento que hagan, usted es su sombra. En ese momento le tendrán en cuenta.
Paso número 3: las consignas están bien, pero cansan
Siempre tiene su aquel aquello de gritar a los cuatro vientos: «la educación, no es un negocio», «el hijo del obrero a la universidad», «obreros y estudiantes, uníos y adelante» o incluso «refugiados sí, españoles no», pero a veces, simplemente cansa. Ellos saben lo que reclamamos, no hace falta gritarlo constantemente hasta hacerlo soporífero. Sí que es conveniente hacer ruido en determinados momentos o lugares, e incluso soltar consignas potentes e ingeniosas, pero si lo repetimos tanto como para convertirlo en carente de significado, tal vez es mejor guardar estos lemas.
Paso número 4: no sea tan postureta
Desde luego que ayudas, haces bulto, pero por lo demás, tu presencia aquí es innecesaria. Me parece bien que quieras dejar testimonio mediante mil fotos de que has estado presente en este acto, pero me ayudarías más si luchases de verdad. Tu altavoz con música alta también me sobra, gracias. Aquí también incluyo a todas aquellas personas que traen símbolos de diversa consideración a manifestaciones / huelgas / concentraciones que nada tienen que ver con dicho símbolo. Me parece fenomenal que expreses de forma libre tu sexualidad, pero en una manifestación contra los recortes o contra la LOMCE, tu orientación sexual importa más bien poco.
Paso número 5: la violencia es su amiga
Entiéndame, no quiero acabar en la cárcel -ni que usted lo haga tampoco-. La violencia es mala, todos estamos de acuerdo en ello, pero como acto de defensa tal vez esté incluso hasta legitimada -y sé que es triste decir esto-. ¿Qué podemos considerar violencia hacia nosotros, la sociedad? Que violen nuestros derechos como humanos constantemente. Que pisen repetidamente las leyes que ellos mismos han escrito. Que miles de personas vivan en la más pura miseria y otros estén en el borde del precipicio. Que jueguen con nuestro futuro. La violencia no solo es física. Desde luego que su respuesta debe ser lo más sosegada y meditada posible, solo ejerciendo la violencia puntualmente en momentos estratégicos para reclamar lo que le pertenece. Me parece muy bien que usted y su grupo de amigos estén llenos de furia, pero la papelera no ha hecho nada, es estúpido que le ataquen de forma despiadada.
Paso número 6: a los vendidos no les haga aprecio
No se lo merecen, ya sean organizaciones, partidos políticos o sindicatos. Ellos dicen que están a su favor, pero gran parte de lo que ocurre es sin duda debido a su incompetencia y falta de voluntad. Si en una concentración, por ejemplo, quieren tomar todo el protagonismo, es mejor mirar a otro lado. Es puro egocentrismo. Las cosas se cambian con acciones, no con un simple discurso para que el personal piense todo lo que se preocupan por nosotros.
Paso número 7: no entre al trapo
Personas contrarias a su ideología o simplemente desconocidos le insultarán y le recriminarán vaya usted a saber qué cosas. No les haga aprecio. Su descontrol tan solo hará que se dé una imagen equivocada de la reivindicación, imagen que los medios de comunicación se preocuparán por repetir cien veces en el telediario que corresponda. Da igual que la actitud de la gente haya sido serena, con que un individuo haga algo erróneo, todo ese montón de personas a la vista de los medios será una turba violenta sin respeto a nada o nadie. Si una señora le arremete con su bastón, usted de forma sosegada apártese de ella.
Último paso: sienta la rabia
Es su mayor aliada. Con rabia se cambian las cosas. Una actitud sosegada en pocas ocasiones ha logrado modificar las circunstancias. Deje que su rabia piense por usted, que se mueva por usted. Que vean cómo de enfadado está. Ellos ya saben que estamos cansado, ahora tienen que sentirlo.
Sobre los concursos literarios
Sí. En esta entrada puedo pecar de hipócrita. No lo voy a negar. Pero como todos lo somos alguna vez en la vida -si no frecuentemente-, esta vez me toca serlo. Al menos lo reconozco. Además, siendo hipócrita de esta manera solo hago daño a una persona, y esa soy yo. Quizás a mi orgullo, y carezco de eso. Dicho lo dicho, adelante.
Tengo una relación de amor odio con los concursos literarios. Apenas he participado en ellos hasta que no me he visto en el dilema de toda persona que desea darse a conocer en el mundo literario; o tiro un dado al aire y pierdo el tiempo hasta que un editor aburrido decida leer algunas de las páginas de ese manuscrito que tiene ahí tirado en la mesa o compito con los demás por un premio. No mencionemos la autoedición, ya que tiradas con un número decente de ejemplares están fuera del bolsillo del escritor medio.
Creo que la gente no reflexiona demasiado sobre lo injusto que puede llegar a ser un concurso literario. Todos hablan del tanto por ciento de obras que acaban publicándose, de la poca viveza mental y de futuro que tienen muchos editores -sobra decir lo de J.K. Rowling y otros tantos-, pero casi nunca nadie habla de la subjetividad exacerbada de gran parte de los certámenes que se realizan dentro del mundo literario. Para que todo quede más ordenado, iré mencionando los pros y contras -a mi parecer- de participar en un concurso literario. Empecemos por los puntos positivos:
- Te aseguras de que un jurado experto -cuanto menos preparado- va a leer y analizar tu obra. No ocurre como en las editoriales, donde muchas de las obras son juzgadas por sus primeras diez páginas. Aquí el jurado considera aspectos técnicos que en una editorial jamás se replantearían. En un certamen literario importa ante todo la calidad y la originalidad del producto, no tanto los beneficios que este vaya a otorgar. Aquí se juzga la literatura de verdad, no el ámbito social de la misma.
- Tu obra adquiere fama, y sobre todo, valía. Al recibir un premio, sobre todo si este pertenece a un certamen con prestigio, inmediatamente tu obra se relaciona con todo aquello de valor. Esto sirve y mucho para hacerse un hueco en un mundillo donde empezar es casi tan difícil como mantenerse.
- Puedes comprobar tu nivel de verdad. El resultado de tu obra no será sagrado ni inapelable, porque todo depende de la subjetividad analítica de una persona, pero si es un certamen literario serio puedes fiarte de que al menos vas a poder conocer el nivel de tu obra comparada con otras decenas. Es un golpe de realidad bastante bueno. Si fracasas no te queda otra que intentarlo de nuevo.
- Económicamente es más seguro. El mundo de la literatura es bastante voluble; un día puedes ser la sensación poética del país que al día siguiente no eres más que un recuerdo. No obstante, las recompensas económicas de los concursos literarios siempre serán más fiables que las de una posible edición con una editorial. Participar en un concurso literario apenas puede suponerte 20€, mientras que, aunque la editorial corra con los gasto de todo, el contrato y los gastos superfluos pueden ascender demasiado -para luego a veces no ganar ni un solo euro-.
No obstante, poseen demasiados puntos negativos:
- Demasiada competitividad: luchas literariamente con otros para ganar el gran premio. En una editorial la presión por vencer a los demás es menor. Tu obra la has escrito como tú has querido, normalmente las editoriales no exigen nada demasiado extraño; algo que venda. Por el otro lado, en los concursos literarios la libertad suele ser menor, y las pautas suelen ser bastante más estrictas. Esto hace que la participación a veces se centre más en vencer a los demás buscando cierta dirección en tu creación que en crear arte por el gusto de crearlo.
- Siempre he considerado, y quizás es un poco extremo, que en los concursos literarios se prostituye a la literatura. Y esto va también dirigido a la editoriales. Se utiliza como moneda de cambio, donde a veces lo más bonito según las circunstancias es lo que gana -y tal vez no es lo más meritorio-. La literatura es una de esas cosas con las que jamás se debería hacer negocio, vale demasiado. Obviamente esto es demasiado soñar y es un negocio más dentro del mundo cultural.
- Participar es ya un gran paso. De hecho se podría decir que toda obra, por el hecho del atrevimiento que exige atreverse a escribir, debería ser tenida en cuenta. Puede que formalmente no sea lo más extraordinario del mundo, pero puede que sus sentimientos sean más verdaderos que los de alguna de las grandes obras maestras de la literatura.
- Estoy totalmente en contra de que algunas entidades privadas realicen estos certámenes. Bancos, universidades privadas de cierto tinte ideológico, la Iglesia… creo que no se merecen nada de reconocimiento. En la mayoría de los casos utilizan los concursos para adquirir notoriedad, y detrás de este generoso ofrecimiento de crear un concurso casi siempre se esconde una ambición egoísta de la entidad misma. Un banco en lo general promociona la literatura para crear una imagen de benefactor, normalmente falsa, en su nombre.
- La subjetividad. Afecta tanto a las editoriales como a los concursos, pero en estos últimos creo que con más fuerza. Si alguien decide enviar su obra a una editorial sabe a lo que se enfrenta: un señor o una señora que van a estudiar si publicar ese libro será rentable para su compañía, fin. Sabes que tu calidad literaria o tu vertiente personal no va a ser un punto clave en que decidan publicarte. Sin embargo, en un certamen literario, es trascendental el jurado detrás del concurso. Si es tradicional, olvídate de ni tan siquiera competir si tu obra es rompedora. Por el contrario, si eres tradicional en tu tipo de escritura y el jurado es demasiado rupturista, no conseguirás nada. Y en ambas vicisitudes quizás tu obra sea la meritoria de ganar.
- Los derechos de autor. Jamás perderás los derechos sobre tu obra, pero en algunos concursos apenas podrás objetar lo que hagan con la obra ganadora. Ellos se quedan con los derechos de la primera edición, y aunque supongo que habrá individuos que adapten esa edición a tus deseos, no tienen por qué escucharte. Esto puede desembocar en actitudes que quizás no satisfagan al ganador, o incluso que se tergiverse la intención de la obra hasta extremos inimaginables. Ellos editan y lo harán según sus propósitos, no los tuyos.
Sea como sea, si te inicias en el mundo de la escritura, simplemente, hablando claro, estás jodido. Puedes participar en la lotería que son los concursos literarios y las editoriales, pero si esperas toda tu vida a que te publiquen, quizás cuando lo hagan será demasiado tarde y hayas perdido toda la ilusión o la magia. Lo más sensato o por lo menos palpable para un principiante es conseguir hacerse un nombre o incluso una autoedición con una tirada bastante humilde, asequible para tu bolsillo. Participar en concursos literarios de poco renombre para poco a poco ir haciéndote un nombre, conseguir que parte de tu obra sea publicada en periódicos o revistas, o incluso repartir de forma gratuita fotocopias con adelantos de tu obra. Ante todo hay que intentar ser original. En este mundillo todo se ha visto ya mil veces, por lo que hay que destacar de la forma que sea en el apartado que sea. Pero ante todo, jamás perder la ilusión y que la literatura no se convierta en un trabajo, que siempre permanezca como una pasión. Yo de forma hipócrita estoy participando en dos concursos de forma simultánea; he aprendido la lección. Sé que no puedo lograr nada yendo a contracorriente toda mi vida, y he tenido que tragarme mi orgullo y ser uno más. Pero es lo que toca. Si no tienes el bolsillo lleno, hay que adaptarse a las circunstancias. He decidido pecar de hipócrita pues antes que mi «»»reputación»»» -por decir algo- está mi anhelo por ver mi poesía publicada.
Eso, o haceros a la mar y cogeros una buena melopea y olvidaros de lo demás, que, viendo cómo está el mundo, quizás sea lo más sensato.
Canto épico a mi balda
En mi cuarto hay una pequeña balda donde pongo los recuerdos y regalos que me dan. Puede sonar estúpido, pero es algo bastante importante en mi vida. ¿Qué se me ocurrió? hacerle una poesía. Algo un poco tonto pero que me pareció original. A lo tonto, resultó ser el poema más largo que jamás he escrito. Aquí tenéis tan solo el principio. El resto del poema quién sabe cuando podré publicarlo completo. Pero paciencia.
Siete torres la erigen.
Seis son hermanas,
la otra, blanca en la distancia se distingue.
En verdad son cadáveres,
pero orgulloso las expuse a vista de todos.
El titán las defiende, manco, pero imponente.
Su falta hace imaginar la fuerza pasada,
y el amarillo de sus ojos le pone siempre alerta.
El pequeño samurái, en posición tranquila
se antepone al silbido de sabiduría;
parece que él dirige el torrente de sonidos celestiales.
Su figura me recuerda a la gracia de su gente,
pequeña, pero dispuesta a derribar gigantes de tsunami.
A su lado está la anciana, llena de mentiras,
pero que ha huido de las llamas
y dirige con su batuta la marea de mis noches.
Ella siempre está acompañada de su pequeño gato,
distinto a todos, albino de su especie sentenciada,
que llegó a mí de forma opaca o quizás hasta mágica.
¡Oh!, qué decir de mi héroe de infancia.
Tú, que junto a tu caballo diriges el destino de tus compañeros.
Te me asemejas al destino que corrieron tus días, negros.
Llegaste a mí en la ciudad blanca
y desde entonces conservas mi pasado de ideas estancas.
Babieca casi aplasta con sus potentes patas
a las enemigas del sol.
(…)
Aquí unas fotos de dicha balda, a ver si la habéis imagino igual:
PD: mi libro está participando en dos concursos literarios. Durante todo lo que queda de año pretendo participar en la mayor cantidad de concursos literarios que pueda. Si para 2017 no he conseguido de ninguna forma publicar el poemario, aunque sea de forma muy simple, para febrero o marzo tengo la intención de lanzar una pequeña edición autoeditada. Así que poco a poco se va a cercando el gran día.
Diarios de la purga: reflexiones
(Leer con esto de fondo)
Es un poco extraño, pero todo al principio me resultaba bastante fácil, fue con el paso de las horas cuando los remordimientos aparecieron. Realmente no sé si fue debido a las drogas que me inyectaron o a que estaba tan asustado que no me daba cuenta de lo que realmente estaba sucediendo. Conozco a algunas personas que hubieran disfrutado como niños haciendo lo que yo tuve que hacer… pero os puedo asegurar que no hubo un instante de placer en aquella noche… Bueno, quizás sí, cuando finalizó todo. Asustado o no, lo que sí recuerdo son las caras, absolutamente todas las caras que me pusieron en frente. No dejaban que hiciera ningún esfuerzo más allá del necesario, y cuando mi cuerpo desfallecía debido a las heridas y al cansancio, me dejaban descansar, lanzándome frases con una actitud tan paternalista que rozaba lo ridículo entendiendo la situación en la que me encontraba.
Daré un pequeño rodeo antes de seguir con las hazañas de aquella noche. Sé qué es lo que más os interesará, nadie quiere detalles innecesarios en una narración de la noche de la purga, pero como ya estoy cansado de leer por todas partes lo mismo, no quiero, necesito que lo mío tenga un fondo distinto al de los demás; recordad que no participé por placer.
El haber sobrevivido no paga el hecho de sufrir estas pesadillas que tengo a diario… Una de las cosas que menos soporto de esta nueva moda de narrar las vivencias que todos hemos tenido en ese día es que, últimamente, me parece que quieren imbuir de heroísmo y respeto todo lo que ocurre, cuando la verdad es que nadie debería estar orgulloso de lo que se hace. No sé qué clase de sociedad puede permitir que un crimen tan atroz suceda una vez al año. Además, tampoco me creo esas patrañas de que así el resto del año bajan los índices de criminalidad. Un lobo que un día mata a una oveja no permanece a la espera 364 días para matar a la siguiente, quiere más. Otra cosa es la porción de realidad que llegue a nuestros televisores.
Volviendo a aquella noche, me acuerdo de mi primera víctima –si es que se le puede llamar así, más bien era una presa-. Era un tipo asiático, de unos cuarenta años. Ni siquiera estaba en la calle, esos asesinos entraron como locos en un portal y arrasaron con todo lo que encontraron en la primera puerta del primer piso, habitantes incluidos. Pero me dejaron un “regalo” –tal como me dijo el cabecilla de la banda-. Pese a darme un arma al principio de la noche -descubrí que no solo de bates iban armados-, de forma rápida me la arrebataron. En su lugar me proporcionaron un bate de béisbol; querían que mi primera vez fuera inolvidable. Desde luego que durante los primeros instantes me negué, ¿cómo iba a ser capaz de cometer tal barbaridad? Pero a medida que iban pasando los segundos sin que nada sucediera ellos se impacientaban más y más, y tenía muy claro qué iba a suceder si se cansaban de mí. ¿Cómo explicar con palabras la sensación que produce ver cómo el cráneo de una persona se hunde ante un objeto que tú golpeas con fuerza? El primer golpe no fue lo más duro, sino observar cómo me estaba ensañando con él. Y esto no fue producto de ninguna droga. Era miedo. Puro miedo. Desahogué mi frustración con aquella persona. Cada golpe que arremetía era un grito interno que salía de esa forma. Acabó con el rostro totalmente irreconocible. Apenas podían verse los dientes rotos entre la masa informe de músculos hinchados y desgarrados. Lo que veis en las películas, aunque no lo parezca, no está bien conseguido.
Otro aspecto tenebroso de ese día es el silencio que hay en la calle, teniendo en cuenta lo que está ocurriendo, las calles son un auténtico cementerio –nunca mejor dicho-. Es un silencio incómodo, que te hace mantenerte siempre al acecho por si acaso un peligro aparece. Ese año las armas superiores al nivel 4 estaban prohibidas, por lo que era raro escuchar explosiones en la lejanía. De aquel silencio todavía perdura el miedo en las noches en las que tengo que mantenerme despierto. Al final de la noche acabo con la mano agarrotada por la tensión que acumulo.
Os hablaré ahora de la máscara, máscara que pese a quemar nada más llegar a casa todavía conservo. ¿Por qué? Porque ellos se encargan de enviarme una copia exacta cada año, para así hacerme recordar todo lo que hice. Era blanca -aunque a medida que pasó la noche se fue tiñendo de rojo- y lo que más destacaba era la enorme nariz puntiaguda que sobresalía sobre el rostro, bastante austero en su totalidad. En la frente tenía escrito LTPFY con mayúsculas mal garabateadas, siglas que responden a Let the purge free you, al parecer el lema que todos esos lunáticos comparten como si fuera su patria. Más tarde me enteré de que esa máscara era una imitación casera de las que los doctores en la Edad Media utilizaban para auscultar a los enfermos de la peste. Este simbolismo tenía bastante sentido, pero la explicación no corresponde a este capítulo de mi diario.
No puedo decir que les cogiera cariño -a los que me «acogieron»- , estaría loco si me atreviera a afirmar eso, pero en cierta parte me sentí muy afortunado por haberme encontrado con ellos y no con otro grupo de sádicos. No me malinterpretéis, estos lo eran, pero en aquel momento pensé que la opción de vivir era una salida decente a aquella situación. Fue una especie de suerte maldita; tuve la fortuna de vivir pero a un precio interno que jamás pagaré. Tampoco guardo en mi interior un deseo de venganza demasiado grande. Por supuesto sería de mi agrado saber que algunos de los que me obligaron a hacer todo aquello lo han pasado mal, pero en verdad me estaría alegrando de la desgracia de otros inocentes -en cierta parte- como yo. Desde hace unos pocos meses he llegado a la conclusión de que si este tipo de gente tiene la libertad de hacer tales barbaridades, ¿por qué no hacerlo? Es bastante pragmático. Simplemente en este mundo hay gente que no se preocupa por la moralidad de ciertos actos, solo de si están prohibidos o permitidos en tal o cual país. No es mi forma de ver el mundo, pero no puedo culparles de este pragmatismo que lo inunda todo. Si hay gobiernos que permiten esta hecatombe, que permiten que la honradez de la sociedad acabe en el basurero de la decencia, nada puede cambiarse.
La cifra exacta de los que tuvieron que morir por mi culpa oscila entre siete u ocho. Lo sé porque nada más recuperarme físicamente de aquella noche dediqué todo un año a reunirme con los familiares de aquellas personas. Me importaba bien poco las posibles represalias por venganza, sé que las merezco, simplemente necesitaba limpiar una culpa impuesta, una culpa que aunque no mía me ha tocado cargar para siempre. El nombre de cuatro mujeres y dos hombres es lo único que he podido averiguar de forma certera. Helenna Smith, Roberto Suárez, Sarah Goldberg, Hai Cheng -el asiático del que os he hablado-, Jane Ackles y Patricia Mayer. El nombre de las otras dos personas que tristemente tuvieron la mala fortuna de cruzarse en mi camino de desgracia no he podido rescatarlo.
Me he vuelto a desviar bastante del tema. Después de mi primera víctima, apenas a las nueve de la noche, fue cuando todo se volvió convulso. El tramo de tiempo que duró hasta las tres de la mañana fue bastante tranquilo, ya que fueron incapaces de encontrar a nadie indefenso. No fue hasta las 3 de la mañana cuando los acontecimientos se desbocaron. Pero este pertenece ya a otro capítulo.