Me meto un tiro,
¡Pum!
El eco suena,
¡Pum!
O quizás es el corazón,
¡Pum!
Que todavía sueña.

Reflexiones post tiroteo

Reflexiones post tiroteo

Me acuerdo de que empecé a escribir una novela a modo de diario donde, desde el punto de vista de un adolescente, narraba su vida; desde unos inicios completamente normales hasta la degeneración completa de su mente aceptando la idea de asesinar a cualquiera que se le cruzase.

Todo esto se inició por mi interés en el mítico caso de Columbine y por unos tiroteos recientes que habían ocurrido en territorio norteamericano, sobre todo, uno que en principio pasó inadvertido, el provocado por Andrew Blaze. Su caso era una mezcla de enfermedad mental no tratada y un contexto social que negaba su verdadera condición sexual.

Mi tonta preocupación por aquel entonces era que, entendiendo la violencia de los últimos tiroteos ocurridos, el gobierno de los Estados Unidos dentro de poco cambiaría su política respecto a la famosa 2º enmienda. Por lo tanto, tenía prisa por acabar aquello lo antes posible para que no perdiera actualidad -egoísmo literario que se llama-. Era lógico que algo iba a cambiar, que no se podía seguir por ese camino de libertad inconsciente respecto a las armas de fuego.

El proyecto se quedó a medias y ahí queda perdido entre otros tantos. Hoy me he acordado de él, tristemente, al ver que mi preocupación era totalmente ilusa. Un proyecto que debería haberse quedado anticuado, pues han pasado más de cinco años desde que lo empecé, a día de hoy gozaría del máximo interés. Los tiroteos siguen siendo una realidad que golpea al pueblo estadounidense casi a diario; hoy multiplicado por dos.

Un problema que tendría fácil solución en cualquier otro país del mundo lleva décadas sin resolverse en Estados Unidos. Un libro que debería morir olvidado en el estante de proyectos de juventud parece que se aferra a seguir en boga. Ojalá en algún momento de mi vida pueda decir, tranquilo como humano aunque ofendido como escritor, que el tiempo de ese diario ha terminado.

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