Reseña de «Azaña» de Carlos Rojas
Es una reseña un tanto difícil debido a que es una novela histórica con gran cantidad de datos biográficos del personaje que da título a la obra, Azaña. Más bien diría que es una biografía con ansias de novela histórica, ya que salvo detalles muy puntuales todo lo que se narra es estrictamente histórico y real. Os podéis imaginar lo que da de sí una novela histórica que narra los acontecimientos principales de la vida de Manuel Azaña con presidente de la República española, y de cuántas maneras se puede entender dichos hechos. Mencionado esto para avisar sobre posibles vertidos ideológicos en esta reseña, comencemos.
Foto extraída de https://www.elconfidencialdigital.com/
Estamos ante todo un Premio Planeta (edición de 1973), por lo que se presupone su calidad literaria. No obstante después hablaré de este conocidísimo premio literario español (el 2º en el mundo tan solo detrás del Nobel en cuanto a su dotación económica) que quizás no tenga demasiadas razones para ser admirado.
Azaña es un libro bastante arriesgado para su época. Pese a que la dictadura franquista se encontraba en sus últimos días, esta seguía siendo un hecho junto a su censura. Es llamativo cómo se habla abiertamente de ideologías políticas de izquierda sin ningún tipo de denotación. Se estudia de forma concienzuda el bando republicano y cómo este, con sus incapacidades, afrontó una guerra que ellos no comenzaron y vieron venir de repente. Se ensalza a personajes de la república a la vez que se desmitifican otros tantos. No obstante, pese a narrar y detallar la crudeza de la guerra, hay un motivo trascendental por el cual esta obra pudo ser publicada en este año; se obvia por completo el punto de vista sublevado. Se narran las acciones -conquistas de ciudades, bombardeos, mensajes- pero no se acompaña de una descripción objetiva, ni subjetiva, de los horrores que obviamente también podían verse en el lado fascista, necesarios para entender la cuestión al completo. Solo hay un horror, y ese es el del bando republicano. Debido a esa falta de detalle sobre la otra facción, oportunamente traída a cuenta, el libro puede desenvolverse en un halo de política incesante. Es una especie de «bien queda» obvio debido a las circunstancias de la época.
Se desarrolla desde una primera persona. Un Azaña viejo, destrozado por lo que ha tenido que vivir en la guerra y por los fallos que sabe que ha cometido. A veces ese Azaña se sale del propio Azaña, y llega a discernir que todo es ficción, un libro, pero los que lo acompañan lo toman como desvaríos de un individuo que ha vivido ya demasiado en las peores circunstancias. La calidad literaria del libro es máxima; poco está escrito al azar o por rellenar. Cuando no se habla de momentos clave de la Guerra civil española (el golpe de estado de julio del 36, la batalla del Ebro, el problema catalán. la resistencia de Madrid, la insurrección de los anarquistas en Barcelona…) también se habla de sucesos que un muy personal Azaña -este Azaña literario por supuesto- considera tan o más importantes que los mayores movimientos de tropas de la guerra. Este Azaña le da una importancia suma a la salvación de las obras de arte del museo del Prado. Durante bastantes pasajes del libro se ve cómo una de sus máximas prioridades es mantener a salvo las obras hasta que estas lleguen a la frontera.
Mucho interés tienen las conversaciones una vez ya exiliado, en Francia, donde conociendo a un obispo afín a sus ideas, mantiene conversaciones interminables sobre su vida y el mundo que les rodea:
-Más allá de esta monserga, no hay nada – córtame el obispo, pesaroso-. Se termina todo, como al final del universo, donde ni siquiera cabe el vacío.
-Cabe el fascismo. De cristiano poco tiene.
-Es puro romanticismo pagano -asiente monseñor-. El último convencimiento de que el hombre no fue creado a imagen de Dios, sino de la raza. El fascismo, sin embargo, no sobrevivirá esta guerra. Usted lo auguró con toda certeza.
No obstante a veces considero estas conversaciones demasiada introspectiva, llegando incluso a veces a lo metafísico. A veces es difícil seguir al ficticio Azaña cuando se encuentra más separado de la vida terrena. Sus frases son inconexas, a la vez se arrepiente de algo como lo exalta. Entiendo la intención del autor de crear con todo esto un personaje mucho más realista y vivo, pero teniendo en cuenta que gran parte de la obra se desarrolla en la extrema verosimilitud de los hechos, es algo que a mí en lo personal me distrae un poco de la intención general del texto.
Uno de los puntos fuertes de la obra son las ya mítica discusiones de Azaña -por llamarlas de alguna forma- con su enemigo político, Negrín. En la vida real no se aguantaban y se muestra así muy bien en la obra. Pero aun guardándose un odio eterno, lo cruel de las circunstancias hace que entre ellos se forme una especie de amistad de necesidad; solo ellos saben, más allá del odio mutuo que se tienen, lo duro que han sido los últimos años, por lo que se necesitan cerca para entender lo difícil que ha sido todo.
(Juan Negrín)
Por ello Azaña está encarnado como un hombre totalmente derrotista. Muy humano, quizás demasiado humano. Se sabía de él que era un hombre sensible, con preocupaciones literarias y dramáticas. Muchos por ello consideraban que era más escritor que político. Pero pese a ello me parece que se da un toque exagerado al personaje. Y tampoco se le excusa con las circunstancias. Se le atribuyen todos los fallos de la derrota republicana cuando esta fue un cúmulo de circunstancias, históricas, sociales.,políticas y militares, que nadie podría haber cambiado jamás. Aun con ello, cuando la narración se centra en los acontecimientos históricos, te crees de pleno al Azaña caracterizado en la obra, y eso es todo un logro. No puede decirse que sea una novela histórica, más bien se trata de un libro de historia novelizado.
Y por último, como he prometido, quería hablar del famoso Premio Planeta. A partir de aquí todo lo escrito se basa completamente en un punto de vista subjetivo. El Premio Planeta no es lo que dice ser, y son muchas las pruebas. Si queréis un análisis más extenso sobre por qué es casi una farsa, podéis leer esta entrada de El confidencial donde se explica de forma detallada. De forma resumida, el ganador o ganadora del premio se conoce mucho antes de la entrega de premios. Se ponen en contacto con los escritores para que estos, por el sustancial premio, escriban una novela que se sepa va a vender. El objetivo sería premiar una novela, no con la mayor calidad u originalidad, sino llamativa, que venda, para que así Planeta con la posterior edición, hablando claro, se forre. En el año 1994 los grandísimos escritores Ernesto Sábato y Miguel Delibes admitieron que les habían ofrecido ganar el premio. Buscan un perfil famoso o totalmente novedoso, para ganar crédito por ello.
Así que, entendiendo esto… ¿Quién nos dice que esto no fue una estrategia para vender más y mostrar una falsa libertad de expresión? No tengo ninguna prueba, en absoluto. Carlos Rojas es un escritor totalmente respetable que lleva toda su vida escribiendo sobre historia, y seguramente no sepa nada de esto. Pero a mí, simplemente, me huele.
Por lo demás un libro totalmente recomendable para todos aquellos que gusten de una novela ambientada en la guerra civil española, y sobretodo, interesados en la figura de Azaña.