Me meto un tiro,
¡Pum!
El eco suena,
¡Pum!
O quizás es el corazón,
¡Pum!
Que todavía sueña.

Etiqueta: personal

Reseña de «IT»

Reseña de «IT»

Las expectativas eran altas, quizás demasiado. Se cree que puede llegar a convertirse en la película de terror más taquillera de toda la historia, y eso no es decir poco. Publicidad, trailers, spots, IT lo ha inundado todo en estos últimos meses; apostaban fuerte por esta cinta. Había ganas y los fans teníamos la necesidad de ver una adaptación de IT a la altura de la novela original, aunque sea un sueño imposible. Y, en mi humilde opinión, han conseguido todo lo que se proponían. Advierto de la presencia de SPOILERS, así que si no queréis destriparos la película, es mejor que no leáis esta reseña.

Respecto a la adaptación de los años noventa, la han superado y con creces. Sin desestimar la valía de la anterior película o miniserie -con una actuación magistral de Tim Curry como Pennywise- aquí han mejorado casi todo. Respecto a la novela, pese a ser bastante fiel -más de lo que me esperaba- sí se han variado algunos motivos:

  • La elección de los niños no ha podido ser mejor. Cada uno de ellos es un fiel reflejo de las descripciones que aparecen en el libro. No puedo hablar de personajes más logrados. Hace un momento he intentado hacer una lista y sin querer me han salido todos los niños. La caracterización es fiel a la novela, punto por punto. Desde el color del pelo, el de sus ojos y sus ropajes. Y de la actuación tan solo se pueden decir maravillas; en este apartado me quedo con la actriz que encarna a Beverly Marsh, Sophia Lillis, y con Jeremy Ray Taylor, el actor con el papel de Ben Hanscom. Estoy seguro que muchos de los niños-adolescentes de esta película tendrán un buen futuro en el mundo del cine, se nota el talento de lejos.
  • Eso, es decir, IT, da auténtico pavor. Si bien la adaptación de su forma más reconocida, Pennywise, ha variado en parte respecto a la novela:
En la boca de la tormenta había un payaso. La luz era suficiente para que George Denbrough estuviese seguro de lo que veía. Era un payaso, como en el circo o en la tele. Parecía una mezcla de bozo y Clarabell, el que hablaba haciendo sonar su bocina en Howdy Doody, los sábados por la mañana. Búfalo Bob era el único que entendía a Clarabell, y eso siempre hacía reír a George. La cara del payaso metido en la boca de tormenta era blanca; tenía cómicos mechones de pelo rojo a cada lado de la calva y una gran sonrisa de payaso pintada alrededor de la boca. Si George hubiese vivido años después, habría pensado en Ronald Mcdonal antes que en Bozo o en Clarabell. El payaso sostenía en una mano un manojo de globos de colores, como tentadora fruta madura. En la otra, el barquito de papel de George.
 .
(Pennywise en la versión de 2017)
  • También se afirma que lleva un traje plateado. Todo esto no es así en la nueva película, ya que en la misma han optado por una versión más antigua, semejante a un arlequín, un payaso de época al tipo renacentista o victoriano, pero a que a mi parece gana en infundir terror. No hay que olvidar que la primera vez que Eso adoptó la forma de payaso fue en el siglo XIX junto al nombre de Bob Gray, pero esto, claro, es uno de los miles de detalles que permanecen sin adaptar dentro de la novela. Este payaso asusta incluso más que el del libro, pues no parece simpático a simple vista, mientras que el de la novela original y el de la anterior película, se puede decir que caía simpático a primera vista. Esto es un cambio importante, aunque no es el único.
  • Se ha optado por modernizar el contexto. Mientras que en la novela los acontecimientos de cuando son niños ocurren en los años 50, aquí han contextualizado todo a finales de los años 80. Lógico, pues la siguiente película ocurrirá en nuestra época y no tendrán dificultades a la hora de controlar el entorno. También ha habido un cambio bastante significativo respecto a los miedos de los niños. Muchos de los miedos en la novela están inspirados en monstruos típicos de la cultura de los años 50 (tales como el hombre lobo, Drácula, un pájaro gigante, la momia…), mientras que aquí han optado por otro tipo de encarnaciones de It (una mujer salida de un retrato escalofriante por ejemplo), aunque esto no varía en absoluto la trama dentro de la película.

Ha habido cambios lógicos de trama, pues la crudeza de algunos pasajes de la novela nunca jamás los veremos dentro de una adaptación de IT, y si los vemos, serán en una versión X de la película, y ni eso, pues sería ilegal. Sobre por todo el infame pasaje donde los niños, después de semi derrotar por primera vez a Eso, deciden sellar un pacto por el cual volverán si dentro de 27 años ocurre lo mismo. Este pacto consiste en sexo grupal, por el cual todos mantienen relaciones sexuales con Beverly, la única chica del grupo. Aparte de ocurrir esto, Stephen King, muy propio de él, decide acompañar esta narración de una descripción encomiable, que hace hasta incómoda la lectura de esta parte. La violencia gráfica también se encuentra bastante diluida, a la vez que las palizas a Beverly. Pero, pese a ese final tan, extraño, no se ha obviado nada demasiado importante para la trama. También se han obviado miles de detalles, como he dicho antes, de la historia de Derry a la vez que de la historia del propio IT, detalles que hacen lo superior a una novela como las de Stephen King. Todos los detalles de cómo llegó a La Tierra y sus matanzas en años y siglos anteriores apenas se dicen de un plumazo, pero entiendo que no pueden introducir toda la información prestada por parte de King, sería imposible y demasiado tedioso.

Saliéndome de las diferencias respecto al libro, y hablando de ella como película ajena a cualquier otra cosa:

  • Han acertado a la hora de dividir la historia en dos películas: cuando eran niños y cuando son adultos. La novela, de más de mil páginas, es demasiado larga como para adaptarla en una única película -ahí es donde falló la de los años 90, demasiado larga y obviando grandes detalles-. De esta forma se aseguran no perder demasiado material importante para la trama.
  • La película se hace amena. Han conseguido mezclar muy bien el humor propio de King -gracias, sobre todo, al personaje de Richie-, y el terror más absoluto. Personalmente la película no me ha dado miedo -ya no lo hace ninguna, suele pasar después de ver muchas-, pero sí que se crea una tensión muy agradable de sentir. El payaso es verdaderamente tenebroso, y cuesta mirarle fijamente a los ojos porque sabes que va a hacer algo.
  • El ritmo es bueno. La justa medida de conversaciones que informan sobre la trama junto a momentos oscuros con algún que otro susto. No busca el susto fácil, para nada, y se agradece. Estoy harto de películas que dicen dar miedo, y lo único en lo que consisten es en flashes, sonidos altos que obviamente te hacen moverte de tu butaca, y ya. Historias repetidas de otras películas y cero tensión.
  • Los efectos digitales, como en toda película moderna, no me terminan de convencer. Sin ser malos, a veces se nota demasiado su presencia. Supongo que contra esto no puedo hacer nada, pero a mis ojos me parecen demasiado cantosos. A veces podrían ahorrar espectacularidad por  ganar credibilidad, o al menos a mí me gustaría
  • Hay detalles que me han encantado: poner «Antisocial» de Anthrax en medio de una pelea, hacer mención a «Pesadilla en Elm Street» en la cartelera de un cine de la ciudad, la aparición de un payaso muy semejante al encarnado por Tim Curry en la miniserie -y otros que seguro ahora se me olvidan.

Solo tengo una pequeña pega, y es que el payaso, Pennywise, no resulta divertido. Puede parecer estúpido, pero tanto en la novela como en la miniserie de 1990 el payaso, dentro de lo tenebroso que es, atrae por su humor negro. Habla mucho cuando aparece, no calla; le gusta ser el centro de atención. Es gracioso y mata siendo gracioso. En esta película han olvidado por completo ese apartado humorístico de Pennywise y han creado un verdadero monstruo de pesadillas. Es lo único que me ha faltado en la película, humor con tinte negro.

Con todo, creo que es la mejor versión que podían hacer. Hay cosas que por decencia no pueden introducir, y han sabido paliar muy bien esa pérdida. Una dirección muy decente, que ha sabido no dejarse llevar por crear en exclusiva sustos a los espectadores, sino que han creado una película interesante, que trae tensión, y que merece la pena ver más allá de que sea de terror y uno tenga que asustarse por ello. Es lo que le falta al cine de terror; buenas historias. El cine de terror está de capa caída desde hace muchos años. Puedes encontrar dos o tres películas decentes en un año, junto a otra buena. El resto -y no es porque saquen pocas- suelen ser de categoría inferior, y desde luego no merece la pena gastar dinero para ir a verlas al cine. Es obvio que con una adaptación de Stephen King lo iban a lograr, pero también se logra con una buena dirección y unos personajes que lleguen al corazón. La recomiendo totalmente a cualquier persona, más allá de que te guste o no el cine de terror o suspense.

Le doy un 8/10.

Tormenta (14/09/2014)

Tormenta (14/09/2014)

Y como en tragedia antigua, un público invisible

Aplaude la furia y el arrojo del cante del trueno

Parece que a veces el destino, en su cruel devenir, es bondadoso. La última vez que estuve en mi pueblo con voluntad de inspirarme para escribir algunos versos, el cielo decidió oscurecerse y llorar. Esta vez, meses después, el cielo ha vuelto a sonreírme y ha decidido expresarse en primitivo lenguaje conmigo. Esos dos versos que podéis leer más arriba no son más que un extracto del poema que, gracias a la ayuda inconmensurable de la tormenta, pude componer. En el poema hablo más sobre la magnificencia de este hecho inmortal, que lleva sembrando el caos y la felicidad por igual desde que el hombre posee entendimiento; es decir, que me hago el poeta con palabras rimbombantes e intento captar, en vano, el significado y la esencia de una tormenta “perfecta”. Los resultados han sido satisfactorios.

Pero aquí no he venido a hablar sobre qué es, en esencia, una tormenta, no. En esta entrada quiero tratar más sobre el pavor y el respeto que siempre ha infundado este elemento climatológico sobre los humanos. Un pánico arcaico que nos acerca más a los animales que a los humanos.

Hoy en día, con la cantidad de medios tecnológicos que tenemos a nuestro servicio, una tormenta no es un suceso que deba causar demasiada expectación; suponemos que después de una hora de rugidos y relámpagos todo debe volver a la calma. En nuestra sociedad actual hemos aprendido, o más bien, asimilado a la fuerza, que en ciertas ocasiones podemos ser más destructivos o imponentes que la madre Naturaleza. Pero esto es así porque, la mayoría, vivimos en nuestros castillos de hormigón, aislados de cualquier peligro del exterior, sabiendo que ni el más resistente de los rayos podrá hacer mella en la muralla blanca que nos defiende. Pero esto no siempre es así –ni ahora ni en el pasado-.

Ahora mismo, mientras escribo esto, todavía puedo apreciar con mis oídos los últimos gritos de furia del cielo. Acabo de experimentar, en la sierra, una de las tormentas más fuertes que jamás he vivido –no hace falta decir que, las tormentas en montaña son más duraderas y ruidosas que en alturas medias o bajas-. Aquí, en contraposición a todas las casas que me rodean, también estoy sepultado en hormigón –encima de reciente construcción-. Pero, a pesar de esta sutil ventaja contra la inclemencia del tiempo, mis sentimientos han sido como los que un campesino del siglo XII pudo tener en este mismo lugar en el que me encuentro. Da igual que cierres las ventanas e intentes apartar la vista del infierno lumínico y sonoro que se está desatando fuera, es imposible aislarse del estallido. Durante un momento –porque me encantan las tormentas y siempre me gusta saborearlas desde fuera- he salido a la terraza de mi piso, con la intención de escuchar mejor el ruido de los truenos. Normalmente, en cualquier tormenta, no suelo asustarme o estremecerme, pero cuando, casi incluso antes que el rayo, el estallido de un trueno, de los más potentes que mis tímpanos han recibido, ha sobrevolado por mi cabeza, algo dentro de mí me ha dicho “métete dentro de casa que esto es serio”. Ha sido solo un segundo de inseguridad, pero la tormenta me ha asustado. Ruido de lluvia que ensordece y tapa cualquier otro ruido, resplandores cada cinco segundos en el cielo, pájaros que aturdidos vuelan juntos sin destino definido… naturaleza en estado puro; te sientes culpable de ser humano y romper la plenitud de perfección y naturaleza que se respira en esos instantes.

Esto me ha pasado a mí, en pleno siglo XXI, con una educación media y con una edad en la que se me puede considerar adulto. Poco después de ese suceso, me ha dado por pensar algo: ¿qué pensaría, por ejemplo, un campesino de la Edad Media, temeroso de Dios y de cualquier suceso, más o menos extraordinario? Es interesante replantearse qué pensamientos podrían cruzar la mente de una persona así. Sí, lo sé, no eran tan crédulos como para creer que se trataba de un castigo de Dios por sus pecados, más o menos sabrían las causas de que el cielo gimiese y las nubes llorasen. Pero hay que tener en cuenta que, en general, se trataban de personas simples, con un intelecto en bruto y sin apenas preocupaciones más que las de sobrevivir y vivir por su familia.

Hay que ponerse en situación: vives en pleno siglo X. El lugar donde resides apenas sobrepasa el número de veinte viviendas, se trata de un pequeño pueblo en mitad de las montañas, aislado de cualquier camino o senda –y las capitales tampoco es que fuesen algo demasiado lujoso-. Tu choza, pues más que casas eran chozas, apenas tiene el espacio suficiente para resguardarte a ti y a tu familia. El techo está hecho de adobe y las paredes de piedras que llevan demasiado tiempo ejerciendo su cometido, pidiendo piedad. De repente, como rugido de lobo, un trueno rompe el silencio de ese pequeño Edén, y poco a poco, un infierno se desata sobre tu cabeza. No es una tormenta más, no, es La Tormenta. Intentad rememorar en vuestras mentes la peor tormenta a la que hayáis asistido, exagerarla como aprendices de poeta y meteros en las pieles de ese campesino de siglos pasados… ¿Qué pensaríais? Ya no es temor por Dios, es temor por la fuerza de la naturaleza. Aquella que te da la vida en tu rutina, ahora se encuentra enfadada y enojada contigo. El respeto por la naturaleza –que siempre debe estar presente- en esos instantes deja de ser respeto y pasa a convertirse en temor. La grandiosidad de ese suceso te embadurna por completo. Supongo que un miedo primitivo, arcaico, te ahogaría por completo. Quizás llegarías a un estado de “simpleza” animal donde tu razón brillaría por su ausencia, y tu raciocinio no sería superior al de una golondrina asustada y mojada. Contemplar eso con tus ojos, ver que en realidad somos ridículos al lado de la naturaleza, debe mezclar en tu interior sentimientos de horror y de agrado.

No quiero pretender descubrir todos los pensamientos que cruzarían por la mente de una persona así, vosotros también podéis imaginar –seguramente mejor que yo- qué experimentaría una persona en una situación como la descrita. Quizás exagerándolo todo resulte mejor. Situando a esa persona en mitad de un bosque, alejado de todo origen humano, solo con los animales del bosque, en la intemperie, a merced de los designios de la naturaleza, su siglo X no parece tan lejano. En tales circunstancias, creo que tanto un humilde campesino de tiempos pasados y un empresario de tiempos modernos sentirían exactamente lo mismo. Creo que, ante tal monstruosidad proveniente del cielo, el tiempo deja de existir, la humanidad se esfuma y el pensamiento se derrite. Creo que en esta situación, la naturaleza y su tormenta pueden romper el tiempo, convirtiendo a dos personas separadas por siglos en el mismo animal asustado y aterrado. Creo que, en definitiva, la naturaleza tiene tanto poder que es capaz de obviar el paso del tiempo y unir elementos, a primera vista, tan distintos. La naturaleza, a través de una “simple” tormenta, puede conseguir vencer al tiempo, algo que, los humanos, jamás podremos alcanzar. Pero esto es algo obvio, nosotros somos simples humanos, inocentes y mundanos. Y la naturaleza, eterna e impasible, perspicaz observadora de todos nuestros pensamientos, creadora de todo lo que existe, no es sino un verdadero Dios para todos nosotros; somos un juguete en sus manos.

Lo siento si parece que exagero en demasía el poder de una tormenta, pero estoy seguro de que, si alguna vez, en mitad de la nada, una tempestad cruel e indomable hace acto de presencia, quizás podáis comprender mejor qué quiero decir. No busco que penséis igual que yo, tan solo que respetéis el inmenso poder que algo tan normal como una tormenta puede llegar a poseer y que penséis, que no es poco. Tal vez podáis apreciar como yo que, las tormentas, pueden atravesar la frontera inalcanzable… las tormentas, pueden romper la barrera del tiempo y llevarnos a otra época, intemporal, donde los temores siempre han sido y serán iguales en todos los humanos. Las tormentas, pueden llevarnos a otro lugar, un lugar donde el paso del tiempo no rige, donde el tiempo, siempre dueño de nuestras vidas, no tiene poder alguno…

Gracias por leerme. Espero que al menos os haya entretenido esta entrada y que, con suerte, haya sido de vuestro agrado.